El Gobierno británico anunció ayer la apertura de una investigación sobre la extracción de tejidos y órganos a los cadáveres de 65 trabajadores de la central nuclear de Sellafield entre los años 1962 y 1991. Corazones, pulmones, huesos y otras partes del cuerpo habrían sido extirpados, sin el conocimiento de los familiares de los fallecidos, según la denuncia presentada por los sindicatos. Las muestras fueron analizadas para determinar, presumiblemente, los posibles efectos de la radiación a largo plazo, una práctica al parecer rutinaria. En una intervención de urgencia en la Cámara de los Comunes, el ministro de Comercio e Industria, Alistair Darling, confirmó la realización de las extracciones, que se habrían realizado a petición de un juez forense. Darling prometió aclarar las circunstancias en que tales operaciones se llevaron a cabo.

Las indagaciones, según el ministro, determinarán por qué se retiraron los tejidos, si los familiares fueron informados y si el resto de las diligencias fueron las apropiadas. "Hay expedientes médicos mostrando qué análisis se han realizado en los órganos extraídos después de la autopsia", afirmó, advirtiendo sin embargo que los documentos archivados son limitados e incompletos. La empresa British Nuclear Group, propietaria de la central, situada en la región de Cumbria, ha admitido que se retiraron tejidos, pero en operaciones efectuadas con fines y procedimientos "legalmente correctos".

La investigación estará dirigida por el abogado Michael Redfern, quien ya se encargara con éxito de una misión similar por un escándalo en el hospital infantil de Alder, en Liverpool.