La gripe A, que el viernes cumplirá un año desde que fue declarada pandemia, ha causado cerca de 18.000 muertes desde que se detectó. Nunca hay cifra pequeña de muertes, pero vistas las alarmantes previsiones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), no es de extrañar que la enfermedad haya causado graves daños a la credibilidad del organismo. Y más cuando no dejan de aparecer informaciones que cuestionan su transparencia y su imparcialidad. Hasta el punto de que su directora general, Margaret Chan, tuvo que volver a negar ayer que se exagerara la peligrosidad del virus y que los intereses comerciales influyesen en sus decisiones.

Lo que Chan intentó contrarrestar ayer fue un informe de la revista British Medical Journal . Este estudio, publicado recientemente en coordinación con otro documento de la Oficina de Periodismo de Investigación de Londres, asegura que algunos expertos que participaron en la redacción de las directivas de la OMS ante una gripe pandémica habían recibido remuneraciones de la industria farmacéutica, en concreto de Roche y GlaxoSmithKline, fabricantes de medicamentos o vacunas contra esta infección, como Tamiflu y Relenza.

El informe de la OMS, que sirvió para persuadir a decenas de gobiernos para que gastaran gastar miles de millones de euros en este tipo de fármacos, recibió una férrea defensa de Chan, que aprovechó para intentar matizar las conclusiones de la British Medical Journal.

"La decisión de elevar el nivel de alerta pandémica se basó en criterios virológicos y epidemiológicos claramente definidos. Potenciales conflictos de interés son inherentes a cualquier relación entre una normativa, una agencia de desarrollo sanitario como la OMS y una industria regida por la rentabilidad", dijo. Y añadió: "En ningún momento, intereses comerciales entraron en juego en mis decisiones".