El Proactiva Open Arms y el Aquarius vuelven a la carga. A salvar inmigrantes de morir ahogados en el Mediterráneo. Ambos zarparon ayer de Valencia rumbo a la franja entre Italia y Libia, que se ha convertido en una de las puertas más transitadas de entrada a Europa. Pero lo tendrán que hacer en un contexto totalmente nuevo. Y mucho peor.

Ahora, a la controvertida actuación de la guardia costera libia se ha unido la persecución judicial a los barcos de las oenegés en Italia y la negativa de este país a ofrecer un puerto seguro para desembarcar, tal y como obliga la ley. Todo esto amenaza la viabilidad de un trabajo que ya se había complicado al máximo. «Salvar vidas se está volviendo cada vez más difícil. Cada misión es ahora una partida de ajedrez más complicada», explica Guillermo Cañardo, jefe de esta próxima misión del Open Arms. «Nos quieren echar. No tanto por rescatar, sino porque somos testigos de lo que pasa», afirma.

¿Y qué pasa? «Estamos destapando una gran vergüenza de Europa, que ha llegado a un acuerdo con uno de los gobiernos libios que hay para pagar a la policía para que devuelva a la gente a un país donde son torturados y asesinados», explica.

Recuerda que Italia ha donado los barcos a esa nueva fuerza libia y que entrena a sus agentes, como hace España en Cartagena. Se trataría de un opaco traspaso de poderes fronterizos. «No son un cuerpo de rescate, sus barcas no están preparadas, no llevan chalecos y la gente se muere ahogada», denuncia. Eso con los inmigrantes, pero ¿y con los barcos de las oenegés? «Nos acosan, nos amenazan por radio. Es ilegal, estamos en aguas internacionales y son actos de piratería. No tienen ninguna jurisdicción, somos territorio español. Han disparado al aire, han ido patrulleras con metralletas diciendo a nuestras lanchas que les van a matar. Todo está denunciado al Gobierno español», afirma.

El ahogo... económico

Pero lo que Cañardo define como «una línea de acoso» se ha ampliado ahora con otros dos frentes que ambos barcos han vivido ya en sus cubiertas. Al Open Arms lo retuvieron en marzo y la fiscalía de Catania abrió un proceso por «promoción de la migración ilegal» que sigue en marcha pese a que, tras un mes retenido, un juez liberara el barco. Se mantiene la amenaza de que sus responsables acaben en la cárcel, pero lo que ya es seguro es el gasto en abogados.

Lo mismo le ha pasado al Aquarius, que tuvo que llegar a España para desembarcar a los 630 inmigrantes que había rescatado junto a la Guardia Costera italiana. Según los cálculos de SOS Mediterranée, cada día de navegación le cuesta 11.000 euros, así que la ida y vuelta a Valencia rondaría los 100.000 euros.

El Open Arms gasta menos, pero también le resultaría inasumible por más que Cañardo alaba el ofrecimiento del nuevo Gobierno español. «Rondamos los 6.000 euros al día. Ir y venir sería un desfase presupuestario brutal, puede acabar con nosotros. Lo harían insostenible», destaca.

«Tener que venir a España o a Francia cambia por completo las reglas del juego. Además, la gente a la que rescatamos está en unas condiciones físicas y psicológicas terribles. Llegan desnutridos, golpeados, torturados y violados. Un viaje de cinco o seis días es inhumano. Además supone estar diez días sin rescatar y eso es lo más importante porque no hay barcos», remarca.

Pese a todo, el plan inicial no varía. «Vamos a evitar que la gente se muera. No vamos a dejar a nadie en el agua. Después cumpliremos la ley internacional del mar que te obliga a llevarlos al puerto cercano más seguro. Si [Italia] nos lo deniega actuaremos en consecuencia. Nos hemos asesorado», desliza. «Estamos en una zona que controla Italia. Si rescatamos, les enviamos los informes y deciden. Pero si no responden, contactaremos con el país de nuestra bandera, que es España y deberá tomar una decisión».