Los melillenses viven divididos ante las avalanchas de inmigrantes. Aunque hasta ahora habían llevado bien el fenómeno de la inmigración, los sucesivos y cada vez más importantes asaltos están empezado a generar actitudes racistas. Muchos melillenses piden a las autoridades medidas drásticas porque temen que su ciudad se convierta en un campo de refugiados subsaharianos.

Este es el caso de Antonio, propietario de un bar, que exige la expulsión de los subsaharianos. "Esto que está ocurriendo nunca había pasado y, o los paran, o los africanos se nos comen. Esto es una marcha negra que puede acabar con nosotros", dice, y compara lo ocurrido con la Marcha Verde con la que Marruecos, en 1975, obligó a España a entregarle el territorio del Sáhara Occidental.

Manifestaciones

También es de esta opinión Manolo, un barrendero que destaca los perjuicios que a los melillenses, en su opinión, les está ocasionando la presencia masiva de inmigrantes, sobre todo en lo que se refiere a asistencia sanitaria. "No sé para que pagamos la Seguridad Social, si después vas a Urgencias y no te pueden atender como es debido porque están curando a los subsaharianos heridos".

Ha habido incluso manifestaciones espontáneas para defender la españolidad de Melilla y demandar al Gobierno de Zapatero "soluciones urgentes". En la actualidad están alojados en Melilla unos 1.500 subsaharianos sobre una población de 68.016 personas censadas. Muchos de los recién llegados están siendo atendidos en la calle. Ya hace muchos días que el CETI está desbordado.

No todos ven, sin embargo, el lado negativo de la inmigración. José Luis, un melillense que ha estado llevando abrigos y cartones de leche a los inmigrantes que están sin plaza en el CETI, explica así su conducta: "Lo que para nosotros no es nada, para ellos significa mucho". Lo mismo opina María, ama de casa que va todas las noches al exterior del CETI con su garrafa de aceite de oliva y barras de pan para ofrecerlas a los inmigrantes que están en las tiendas de campaña acondicionadas de urgencia para hacer frente a la llegada masiva. "Esta pobre gente no tiene nada y un bocadillo de aceite les puede hacer pasar mejor la noche", subraya.

Pasar como sea

Mohamed, de Malí, no ocultaba su satisfacción tras lograr pasar ayer a Melilla: "Aunque hubieran puesto la valla a 60 metros de altura, yo lo habría seguido intentando", dice este joven, que asegura que ha sido expulsado en tres ocasiones a la frontera de Argelia y en las tres ha logrado volver a Marruecos, hasta que consiguió su sueño de acceder a suelo español. "Tengo las manos llenas de cortes, pero ahora soy un poco más libre", destacó.

Junior, otro de los subsaharianos que ayer alcanzó su objetivo, explicó que los inmigrantes se organizaron para el asalto porque saben que cada vez será más difícil entrar: "Tenemos que juntarnos muchos para evitar que nos puedan frenar las policías marroquí y española. De otra manera, sería imposible", reconoció el inmigrante, que evitó pronunciarse sobre la dureza con que se emplearon en esta ocasión. "No sé lo que ha pasado, pero nosotros lo único que queríamos era pasar a Melilla".