Donostiarra, casero de Aizarnazabal, hijo de una verdulera del mercado de la Bretxa, cura de Zumárraga durante dos décadas, el nuevo obispo de San Sebastián, Juan Ignacio Munilla Aguirre, que hoy toma posesión del cargo, es un hombre sin complejos que fía sus pasos a la divina providencia. Ese "aizcolari de Dios" metido por el cardenal Rouco en el avispero de "la diócesis más conflictiva de España", según la prensa ultraconservadora que le adula, nació en 1961, un año antes de que se iniciasen las sesiones del Concilio Vaticano II, pero su credo es anterior a las enseñanzas de aquel acontecimiento que ideó Juan XXIII, el Papa bueno, para modernizar la Iglesia católica. Su paso por el seminario de Toledo, el último bastión de la ortodoxia en los años posconciliares, moldeó la personalidad eclesiástica del obispo hasta los extremos que delatan sus textos.

Blogero recalcitrante, Munilla, de 49 años, un joven en términos eclesiásticos, responsable de la pastoral de juventud del episcopado español por la empatía que se le supone con el colectivo, afirma en internet que "el matrimonio cristiano no es cosa de dos, sino de tres, porque la presencia de Jesucristo en medio de la pareja sustenta, configura y madura el amor humano". También coloca "la condición homosexual al mismo nivel de otras tendencias morales desordenadas, como el deseo de posesión, el ansia de dominio; o quizá también al mismo nivel que otras muchas adicciones neuróticas".

El nuevo obispo de San Sebastián no entiende cómo es posible que en su día se aceptase el derecho a la objeción de conciencia al servicio militar y se niegue esa dispensa a quienes quieren hacer frente a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Al igual que no le parece bien que "el azote a un hijo esté peor visto que las pinzas punzantes, la incineradora o la trituradora del aborto". E incluso se ha atrevido a ir más lejos que el Papa en Ratisbona (la universidad alemana donde usó una referencia histórica que levantó revuelo para censurar la agresividad del islam) y ha dejado escrito que "fe y razón no pueden ser nunca incompatibles para el cristianismo, al contrario que para el islam".

Testimonios

Munilla no se ha amilanado ante las críticas a su nombramiento. "La adhesión de los católicos hacia su obispo es previa a haberle conocido", advirtió en el discurso de despedida de la diócesis de Palencia. Se refería a la sede palentina, que queda vacante. Pero podría valer para San Sebastián. No ocultó que habían existido "reacciones negativas" a su designación, pero se mostró convencido de que si Dios "ha permitido esas turbulencias, todo resultará para bien".

Quienes le temen le recuerdan "muy crítico con la línea pastoral preocupada por la pacificación, mayoritaria en la diócesis". "Iba a su bola", afirma un religioso, que le retrata como "poco dialogante y nada amigo de la renovación conciliar". "Si una profesora de Religión decía que la virginidad de María no había que entenderla en el sentido literal él se enfurecía y la llamaba al orden siendo un simple párroco", relata. Quienes le quieren le humanizan recordando que en los años en los que en Guipúzcoa el caballo galopaba desbocado Munilla se desvivía atendiendo a los toxicómanos en casa.