La elección del papa Francisco cogió con el paso cambiado a la jerarquía católica española. Pero lejos de apuntarse al nuevo rumbo que quiere imprimir a la Iglesia el pontífice argentino, los prelados "con tortículis de tanto mirar a Roma", como ironizaba el cardenal Tarancón, lo hacen hacia otro lado. O se limitan a silbar como si no fuera con ellos la intención de una Iglesia más horizontal, de dar más autoridad a la mujer, replantear el celibato sacerdotal obligatorio y abandonar la obsesión por la condena y la moral sexual. "El celibato no se debe revisar. Es una tradición eclesiástica", aseguró hace unos días en abierta contradicción el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Antonio María Rouco Varela.

Rouco, el secretario general, Juan Antonio Martínez Camino, y otros representantes del sector más conservador "se han empeñado en continuar en el invierno de lo antiguo, cuando Roma ha virado hacia la primavera", observa un teólogo progresista. Así, han hecho mutis o han acogido con displicencia los mensajes de Jorge Mario Bergoglio. "Los católicos siempre estamos con el Papa, sea quien sea", trató de contemporizar ayer, como soldado disciplinado, el portavoz episcopal en su despedida, tras 10 años en el cargo. Pero se le escapó: "Casi siempre es muy fácil, a veces no lo es tanto".

DIFERENCIA DE PRIORIDADES Las diferencias de talante y prioridades entre el Papa y la jerarquía española son evidentes. El pontífice abandera la iglesia de los pobres, defiende los derechos de los inmigrantes y denuncia los excesos del capitalismo y la corrupción del clero. En cambio al tándem Rouco-Camino, le preocupa más la condena del aborto, los matrimonios gais, el relativismo moral y la descristinización de la sociedad. La CEE no ha criticado casi los recortes y el crecimiento de las desigualdades y, frente al respeto de Francisco a los homosexuales, llama la atención el tono despectivo de una parte de la Iglesia española al referirse a ellos, incluso condenándolos al infierno ,como el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Roig Plá.

Rouco y Camino, junto a todos los prelados españoles, serán examinados en persona por Bergoglio la última semana de febrero durante visita ad limina a la que han sido convocados a Roma. La llamada del Papa, que marcará las nuevas directrices a la jerarquía española, ha obligado a retrasar 15 días la asamblea plenaria, en la que precisamente se elegirá al nuevo presidente de la CEE.

Rouco, de 77 años, ya ha rebasado la edad de jubilación, fijada en 75, además de que ha gobernado la Iglesia durante tres décadas. Los observadores apuntan que la aceptación de la renuncia del cardenal de Madrid será en breve aunque siga el cargo hasta marzo. El 20 de noviembre se producirá el relevo de Camino en la secretaria general.

Las quinielas apuntan a candidatos más afines a la línea papal, como los obispos de Guadix-Baza, Ginés García; de Tarazona, Eusebio Hernández, y Guadalajara, Atilano Rodríguez. Más fácil parece la sucesión de Rouco, bajo cuyo mandato, según el CIS, la imagen y la condianza social de la Iglesia han tocado fondo. En la pole están el cardenal Antonio Cañizares, perfecto para la Congregación del Culto Divino, y el obispo de Valencia, Carlos Osoro, el único que ha alabado el rumbo de Bergoglio.