A diferencia de lo que pasó en el 2005, cuando 18 obispos pisaron con fuerza la calle madrileña para negar a los homosexuales su derecho a casarse, esta vez, mientras desde el Vaticano llegan señales para que la Iglesia disminuya su tono contra el Ejecutivo socialista, el episcopado no se manifestará en repulsa de la futura reforma que despenalizará el aborto. No es que este combate sea menos relevante, al contrario, pero el cambio, según explicó ayer el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, obedece a una cuestión de contraste. Las bodas gais fueron algo inusitado en el mundo; el aborto, no. El aborto, a ojos de los obispos, es "un detestable acto de violencia", sí, pero lo que ocurre en España no es distinto a lo que ocurre en el resto de Europa.