Los efectos adversos de los filtros persisten incluso cuando estos desaparecen y el usuario vuelve a visualizar su rostro sin ningún tipo de distorsión. Es en este momento cuando surge la inevitable comparación entre el yo real y el yo retocado. «El peligro de estos filtros de embellecimiento es que afectan tanto a la autoimagen como a la autoestima. Si te acostumbras a verte a ti mismo a través de una imagen distorsionada, puedes desarrollar un trastorno disociativo [en el que ya no te reconoces a ti mismo en una fotografía que no esté retocada] y posteriormente un trastorno dismorfóbico [por no poder estar a la altura de la imagen digital]», explica Úrsula Eleonore Oberst, psicóloga y profesora de la Universidad Ramon Llull (URL). «El problema es que transmiten la idea de que para verte bien tienes que ajustar tu rostro a lo que ves en la pantalla», añade.

La psicóloga argumenta que este fenómeno puede resultar particularmente dañino para colectivos psicológicamente vulnerables como es el caso de los adolescentes. «No es sano que a una edad en la que estás forjando tu identidad, las redes sociales te expongan a un estándar ficticio e inalcanzable. Es un problema que este tipo de distorsiones pasen a formar parte de tu visión de la realidad», añade Oberst. La obsesión por encajar en los cánones de belleza digitales puede trasladarse al mundo real en forma de un trastorno obsesivo, como es el caso de los ya diagnosticados casos de dismorfia de Snapchat. «Este trastorno es más que una inseguridad o una falta de confianza. Es un problema de gran trascendencia que solo se soluciona con atención psicológica», recalcan los primeros estudios sobre la cuestión. Y es que cuando se impone la dictadura de los filtros es fácil que todo lo que no se sitúe en estos parámetros se perciba como una anomalía. De ahí a la obsesión por encajar a cualquier precio en los cánones estéticos tan solo habría un paso. «Aunque muchos vean todo esto como un mero pasatiempo, el afán por exponerse a unos cánones extremos tiene consecuencias extremas sobre la salud mental», recalca Oberst.