Los octillizos nacidos el 26 de enero cerca de Los Angeles fueron primero sorpresa, después noticia y hoy, además de objeto de deseo de la industria audiovisual, son eje de un intenso debate en la sociedad estadounidense y, ante todo, en la comunidad médica, inmersa en una encendida discusión donde dominan las duras críticas sobre los aspectos éticos.

"Pasara lo que pasara, ha sido un grave error. No debería haber ocurrido", ha declarado Eleanor Nicoll, portavoz de la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva, el grupo que, junto a la Sociedad para la Tecnología de Reproducción Asistida, marca los parámetros de los tratamientos de fertilización en EEUU.

El problema básico al que apuntan muchos de los expertos es que el país ha sido muy laxo a la hora de legislar sobre la materia y ha dejado un amplio margen para que se impongan las leyes del capitalismo. "Hay prácticamente un mercado desregulado en el que se ha dejado que la responsabilidad civil extracontractual sirva como única ley", ha denunciado David Magnus, director del Centro de Etica Biomédica de la Universidad de Stanford, que critica que las actuales directrices están dominadas por lo que se debería hacer y no por reglas y sanciones estrictas. "Si lo dejas en manos de la ley de mercado, habrá abusos", añade

Sobre la mesa aún no están todos los argumentos, pues la mujer, Nadya Suleman, no ha revelado a qué tratamiento se sometió. Pero su madre ha dicho que los otros seis hijos, de entre 2 y 7 años, nacieron tras procesos de fertilización. Nadya siempre ha estado "obsesionada con tener hijos" y se implantó más embriones.

La fertilización múltiple plantea serios riesgos para la salud de la madre y los bebés. Pero en el caso de Suleman se suman conflictos sociales. La mujer ha vivido con sus otros seis hijos en casa de sus padres, que están en bancarrota. "Incluso aceptarla para una fertilización fue un grave fallo ético", ha criticado Arthur Caplan, experto en bioética.