TEtl alternativo gasta barba de chivo, una pellica con la bandera alemana a la altura del hombro y una sudadera negra con capucha. El alternativo es buena gente, participa en el mercado justo de El Corral de las Cigüeñas, asiste a las películas gratuitas de la Filmoteca y un par de veces al año acude al gallinero del Auditorio para escuchar a Albert Pla. El alternativo lleva un tatuaje en la muñeca, un anillo en el pulgar derecho y piercings por todas partes. Las señoras y los caballeros reconocen que son solidarios y educados, pero cuando los ven se acuerdan de los pandilleros desalmados de las películas americanas y si los alternativos les piden algo, niegan hasta la hora.

Al alternativo lo dejan pasar en la cola de la multitienda para que pague el pan de molde y desaparezca. La policía lo sigue porque con esa pinta sólo se puede ser delincuente. Y el alternativo aguanta y asegura que si algún día decide robar, traficar o estafar, se vestirá elegante, se rasurará a conciencia y podrá actuar sin despertar sospechas. El alternativo podría cambiar de imagen y de ideas y no tendría problemas, pero dejaría de ser él. Por eso resiste como resistieron los afrancesados, los liberales, los libertarios, los hippies y los rojos antes de que el sistema los absorbiera. En su incomprendida existencia de provincias, sólo le quedan pequeños consuelos: la complicidad de los colegas, el rumor de que vendrán Soziedad Alkohólika y Def con Dos al Extremúsica de mayo y el bar Luna, que ha reabierto este otoño y ya es para ellos como su segunda alcoba.