Aunque se supriman totalmente la emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la industria y el transporte, no podrá frenarse la crisis climática ni garantizarse la seguridad alimentaria si no se modifican los usos de la tierra y los hábitos dietéticos. Para conseguir estos objetivos es necesario aumentar la masa forestal, acabar con el despilfarro alimentario y reducir el espacio dedicado a la ganadería, lo que implica minimizar el consumo de carne, según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el grupo de científicos que asesoran a la ONU sobre el calentamiento global.

El informe se presentó ayer en Ginebra (Suiza) después de que el borrador elaborado por 103 científicos de 52 países, entre ellos tres españoles, fuera aprobado con modificaciones por las delegaciones de 198 estados miembros tras cinco días de discusiones. Los debates fueron tan intensos que la última sesión para cerrar el documento se alargó durante 28 horas ininterrumpidas.

EL 70% DE LA TIERRA / La versión final destaca que el crecimiento exponencial de la población mundial y los cambios en los patrones de consumo han causado unas tasas sin precedentes de uso de la tierra y del agua. El 70% del consumo de agua dulce se destina a la agricultura, y similar porcentaje de la superficie terrestre libre de hielo está afectada por el uso humano. Desde mediados del pasado siglo el consumo per cápita de grasas vegetales, carnes y calorías se ha disparado.

Este tipo de actividades representaron en el periodo 2007-2016 el 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero, casi una cuarta parte. Si se incluyen las actividades previas y posteriores al sistema alimentario, el porcentaje se dispara hasta el 37%. Los fertilizantes en la agricultura y el metano y el óxido de nitrógeno asociados al ganado son los principales focos de contaminación.

ALIMENTOS SOSTENIBLES / El documento llama de modo implícito a consumir menos carne cuando recomienda potenciar la alimentación a base de plantas, como grandes granos, legumbres, frutas, vegetales, así como por «alimentos de origen animal» pero asociados a sistemas productivos «resilientes, sustentables y bajos en emisiones». Este cambio en los patrones de consumo podría librar de aquí al 2050 varios millones de kilómetros cuadrados de tierra reduciendo hasta ocho millones de gigatoneladas de dióxido de carbono anuales, el equivalente a todos los gases emitidos por España los últimos 20 años. «Retrasar la acción podría dar lugar a algunos impactos irreversibles en algunos ecosistemas», lo que, a su vez, generaría gases de efecto invernadero que calentarían aún más el planeta, advierten los científicos.

El IPCC resalta que el cambio climático está teniendo ya impactos en la «seguridad alimentaria», ya que están cambiando los patrones de precipitación y aumentando la frecuencia e intensidad de fenómenos extremos que dañan los cultivos. Y las proyecciones no son buenas: «Se prevé que la frecuencia y la intensidad de las sequías aumenten particularmente en la región mediterránea y en África meridional».

En el capítulo de propuestas, además del cambio de hábitos, los expertos del IPCC piden acabar con el despilfarro alimentario. De acuerdo con el informe, se derrocha entre el 25% y el 30% de la comida que se produce en el planeta, por lo que combatir este problema puede rebajar las presiones por reducir bosques y aumentar el suelo agrícola, contribuyendo así a una reducción de las emisiones de CO2.