Son días raros en Roma. La ciudad, milenario centro de poder, anda sin Papa, sin Gobierno, sin Parlamento y sin Gobierno regional. Incluso el equipo de fútbol del Roma ha echado al entrenador. Nadie a los mandos, tampoco en varios bancos y empresas cuyos directivos han sido detenidos por escándalos en cadena que, junto A la renuncia papal, han arrebatado los focos a la campaña electoral, por momentos casi a oscuras. "Pero la vida sigue y nadie se da cuenta de la diferencia. Más bien se empieza a respirar", escribía Marco Travaglio en Il Fatto Quotidiano , "aunque el paraíso no puede durar" . Por lo pronto, el Roma, con el segundo entrenador, batió el sábado en el Estadio Olímpico (1-0) al líder, la Juventus. No ocurría desde el 2004.

"Roma está habituada a la atmósfera irreal del papa muerto. Pero nunca había experimentado la cuenta atrás de un papado que se extinguirá en cuestión de días, horas y minutos", oponía sin embargo en el mismo diario Marco Politi. Adiós, además, al contraste de la política italiana en crisis vitalicia con la estabilidad de la Iglesia: el Vaticano se ha italianizado. "La Roma pontificia ya no es una alternativa a la confusión, el pasteleo y los escándalos de la Roma no religiosa, sino una extensión", decía en Il Corriere della Sera Massimo Franco.

Sea como sea, la ciudad convive con naturalidad con la poderosa presencia vaticana. Solo un 3% de los romanos van a misa, pero en muchos bares se habla del Papa como quien discute de política o de fútbol. Tampoco hay que perder de vista el millonario impacto económico que supone la cohabitación.

Los últimos días del papado de Benedicto XVI y el inminente cónclave serán un desafío logístico y un empujón económico en temporada baja del turismo. El ayuntamiento espera a más de 100.000 personas al día pululando por la plaza de San Pedro y aledaños, y ha pedido al Gobierno 4,5 millones de euros para "garantizar la mejor gestión del acontecimiento y la mejor imagen de Italia en el mundo". El Angelus de ayer ya movilizó un dispositivo de 1.200 personas.

Y quién más quién menos se dispone a hacer su agosto en febrero y marzo. Los hoteles más próximos a la basílica han triplicado los precios, y la mayoría ya están llenos. En los quioscos, chiringuitos, tiendas e incluso supermercados del suvenir, la imagen del Papa es omnipresente, aunque Juan Pablo II aguanta bien el tirón. Aún no se ve merchandising específico de estos días, pero llegará. Como ya ha llegado a la Vía San Gregorio Armeno de Nápoles, la popular calle de los artesanos de figuras de belén, la del todavía Pontífice enarbolando una bandera en la que se lee: "Dimito".