En ocasión del 28-J, día del orgullo LGBTI, son muchas las empresas que cuelgan con satisfacción una bandera arcoíris en sus perfiles en las redes sociales. El símbolo del movimiento por los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales también ondea en la mayoría de las instituciones, ayuntamientos y sobre todo comercios de las grandes ciudades y, a su vez, protagoniza gran parte de los suvenirs que se venden para la ocasión. Pero es esta una muestra del compromiso social con la causa? "No, esto es capitalismo rosa", zanja el sector más crítico del movimiento LGBTI.

El capitalismo rosa, también llamado 'gaypitalismo' o capitalismo gay, es un concepto utilizado para denunciar el uso del movimiento LGBTI como una herramienta para generar dinero. Por un lado, los escépticos argumentan que este fenómeno convierte la lucha por los derechos en un recurso de mercado. Por otro, comentan que esta práctica es utilizada para mostrar una supuesta implicación con la lucha sin que ello implique adoptar medidas reales. "Que utilicen la etiqueta de 'gay-friendly' para crear un espacio en el que no hay nada que garantice la 'seguridad' e 'inclusión' del colectivo y donde todo se vende a un precio más caro; eso es capitalismo rosa", argumenta Jordi Barbero, de la asociación Crida LGBTI. "Nuestra lucha no es un negocio", zanja.

"El problema es que se perciba al colectivo gay como un nicho de mercado y que por ello se camuflen las acciones publicitarias como un supuesto compromiso social", añade el activista Antoni Segura. "El mensaje de fondo es que solo es aceptable ser LGBTI solo bajo determinados parámetros. La mayoría de discotecas, festivales y 'eventos gais' están diseñados para hombres homosexuales, blancos, de clase media-alta y con un cuerpo que encaja en los estándares sociales. En estos mismos espacios, las personas transgénero, lesbianas o racializadas o gordas son excluidas", añade.

EL 'ORGULLO' MÁS CRÍTICO

Como cada año, las críticas al capitalismo rosa retoman fuerzas en ocasión de las celebraciones del día del Orgullo. "Para estas fechas, gobiernos, instituciones y empresas utilizan la bandera arcoíris para mostrar su solidaridad con la causa. Pero en cuanto acaba la semana, también lo hace su compromiso", explica Barbero. "¿Dónde están las medidas para garantizar la inserción laboral de personas transgénero? Y las políticas públicas para proteger los derechos del colectivo LGBTI? De nada sirve llenar de purpurina una pancarta política si luego las leyes siguen en el cajón sin que nadie haga nada", plantea el activista.

Paralelamente, los críticos del movimiento también cargan contra la participación de empresas en los actos reivindicativos. "Es como si una marca de compresas encabezara la manifestación del 8-M o una multinacional que explota a sus trabajadores protagonizada las marchas del Primero de Mayo", explica Natalia Camara, del colectivo 'La SAL' (Suport i Autonomia Lesbofeminista). "A nadie se le pasaría por la cabeza que una empresa convirtiera una lucha profundamente reivindicativa y política en una fiesta con la que promocionar sus productos o su marca. El mensaje que da es que la lucha solo es válida si encaja dentro de los ideales del sistema económico", añade.

Los activistas critican al unísono que, más allá de los dilemas morales que pueda acarrear la participación de empresas en un acto reivindicativo, el mero patrocinio de las marcas ya implica una distorsión. "Los espónsors quieren dar a conocer su marca. Así que impulsarán eventos festivos con los que crear una buena imagen. Esto convierte nuestras reivindicaciones en un espectáculo e invisibiliza la necesidad de seguir luchando por nuestros derechos", argumenta Barbero. "El capitalismo rosa está intentando absorber el movimiento social de lucha por los derechos LGBTI. Solo dejan existir los espacios que encajan en el sistema", zanja Camara.

LA TOLERANCIA DEL 'PINKWASHING'

La cara más visible del capitalismo rosa, y a su vez la más criticada por los activistas, es el conocido como 'pinkwashing'. También conocido como 'lavado de imagen rosa', este fenómeno se caracteriza por el uso del colectivo LGBTI para promocionar la supuesta simpatía de empresas, instituciones y gobiernos hacia esta causa. "En las últimas semanas hemos visto como cadenas de comida rápida han empezado a vender sus productos en paquetes con la bandera arcoíris. Solo con eso ya consiguen aumentar sus ventas y que les aplaudan por 'involucrarse con la causa', pero en realidad no están haciendo nada por nosotros", comenta Segura.

"El 'pinkwashing' se promociona como una demostración de la 'tolerencia' del colectivo. Pero nosotras no queremos tolerancia, porque eso implica que la aceptación del otro pero desde una cierta superioridad", reflexiona Camara. "Ahora que se cumplen 50 años de la revueltas de Stonewall, disturbios que iniciaron la lucha por los derechos del colectivo LGBTI, es más importante que nunca reivindicar que no queremos opresiones en ningún sentido, que no puede ser que utilicen nuestra causa para ganar dinero y que siempre hay que mantener una mirada crítica con todo. Incluso con nuestra propia lucha", concluye la activista.