No se ha confirmado el fallecimiento de ningún oso, pero los incendios de los últimos días han asestado un golpe doloroso a algunos de sus mejores reductos en Asturias occidental, noroeste de León y el oriente lucense: los robledales y hayedos que los cobijan tardarán en recuperarse. En el llamado núcleo occidental del Cantábrico, un vasto territorio salpicado de aldeas y prados, roquedos y escarpadas montañas, viven más de 200 osos, la mayor población de Europa occidental.

Las llamas han afectado a una extensión aún no precisada, pero del orden de 3.000 hectáreas, en el parque natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, y se han quedado a las puertas de Muniellos, reserva integral situada en su interior que incluye una de las mejores poblaciones de plantígrados del Cantábrico. Allí también mora una subespecie de urogallo catalogada en peligro crítico. Los equipos de extinción han localizado corzos y ciervos muertos.

«Aunque los osos puedan haber encontrado refugio, la afectación ha sido muy importante en sus territorios. Ahora estoy muy preocupado por las hembras que iban con crías», resume el presidente de la asociación FAPAS, Roberto Hartasánchez, un histórico de la conservación en Asturias.

El otoño es una época particularmente importante en la biología de los osos porque los animales aprovechan la abundancia de frutos para engordar y luego poder iniciar una hibernación con todas las garantías.