"Esto no es más que un respiro, no nos hacemos ilusiones, sabemos que las cosas van a empeorar", comentaba resignado el único empleado municipal que vigilaba la playa de la Laguna a la entrada de la dársena natural de Arcachon. Las bolitas o galletas de chapapote que desde hace casi una semana maculan las magníficas playas de la Gironda ayer casi habían desaparecido.

La playa de Pyla-sur-mer, a los pies de una de las dunas más imponentes del frente atlántico, no ha digerido todavía la mezcla de algas y fuel que el mar vomitó la víspera. Uno de los vecinos, un jubilado, murmura como en una plegaria: "Todo esto por el maldito dinero. No me lo puedo creer y lo peor es que nos vamos a comer esta mierda durante meses", exclama antes de desaparecer y volver armado de cubo y pala.

PEQUEÑO PARAISO

Los voluntarios no están autorizados todavía a recoger las galletas de hidrocarburo, pero los habitantes de este pequeño paraíso no pueden permanecer inertes y hacen lo que pueden. "Somos conscientes de que es una tarea de titanes porque son muchos kilómetros de playa los que hay que limpiar y sabemos que la próxima marea lo volverá a ensuciar, pero tampoco podemos estar sin hacer nada", decía uno de los cuatro empleados municipales de Test-de-Buch que vistieron ayer los monos blancos para recoger bolitas.

En el puerto de Arcachon pescadores y ostricultores seguían con el zafarrancho de combate decretado desde el sábado con la aparición de los primeros rastros de contaminación en esta laguna marítima de más de 60 kilómetros de costa que vive exclusivamente del turismo y de los parques de ostras. "Sabemos que han entrado dos placas importantes y hay que localizarlas antes de que se depositen en el fondo", señalaban. La prioridad es impedir la contaminación de los bancos de ostras.

PROHIBIDA LA VENTA

La prohibición, el domingo, de la venta de moluscos de la región era ayer objeto de comentario en tiendas y mercados. En los restaurantes los profesionales se apresuraban a informar a los clientes de que las ostras en venta "están perfectamente sanas y aptas al consumo, puesto que fueron recogidas antes de la prohibición".

Todos quieren convencerse de que es una medida "temporal y preventiva". Comenzando por el portavoz de los ostricultores, Marc Druart, que ante la prensa repetía: "Nosotros no hacemos como los españoles, sabemos lo que quiere decir el principio de precaución. Por ello y para conservar el buen nombre se ha prohibido la colecta y venta de las ostras".

Druart anunció el sábado la mala noticia con lágrimas en los ojos. Pero ayer, ya recuperado, ha decidido junto al resto de los ostricultores "hacer lo imposible para que ni una gota de esa porquería llegue a los parques".