Este joven de 22 años, exalumno del San Antonio de Padua a punto de terminar Teleco, ya ha ganado el certamen Chico Cosmo para el calendario de la revista Cosmopolitan[,03]

THtay veces en que resulta difícil creer que avanzamos. Nos gustaría hacerlo, sí, levantarnos un día llenos de la esperanza que parece haber inundado el mundo con la llegada de Obama. O convertir en perenne la sonrisa bobalicona que nos entra al enterarnos de alguna noticia de las llamadas de interés humano, tipo un inmigrante en paro devuelve mil euros que había encontrado en un sobre o tres personas evitan el asesinato de una mujer en plena calle. O un hombre como Neyra se enfrenta a la violencia sin miedo al resultado. Claro que enseguida aparecen los nubarrones y los periódicos se llenan de titulares aguafiestas que enturbian la confianza en la burbuja en que vivimos. Y aparece la supuesta maltratada en la tele cobrando millones por contar su historia o uno de los tres defensores no puede ser condecorado por tener antecedentes de malos tratos y Obama no es el superhéroe que esperamos, más que nada porque los personajes de ficción no existen. Por eso, es complicado creer en el hombre, sobre todo si echamos la vista atrás y contemplamos el paisaje. Guerras, hambrunas, crímenes y traiciones jalonan nuestra historia desde hace por lo menos cinco mil trescientos años. Que se lo digan si no a la momia más antigua del mundo, el hombre de los hielos, Otzi para los amigos. Su autopsia ha revelado que murió no sorprendido por un orgasmo al lado de la mujer que amaba, o harto de comida o feliz después de una siesta entre pieles cerca del fuego, sino a causa de golpes y flechazos varios. Llevamos miles de años en lucha contra la barbarie. Como para bajar la guardia y creer a los que nos dicen que ya está todo hecho.