Treinta y dos años después del nacimiento de Louise Brown, el primer bebé venido al mundo gracias a las técnicas de fertilización in vitro, el Instituto Karolinska de Estocolmo decidió ayer conceder el Nobel de Medicina al científico británico que hizo posible aquel hito: Robert Edwards.

El acta del jurado destaca que las técnicas desarrolladas por Edwards abrieron la esperanza al 10% de las parejas de todo el mundo que, según diversas estimaciones, tienen problemas de fertilidad y dificultades para concebir. Su compañero en los trabajos, Patrick Steptoe, falleció en 1988. Las técnicas de fertilización in vitro parecen rutinarias atendiendo a los cuatro millones de niños que han venido al mundo con la técnica iniciada por Louise Brown. Sin embargo, como recuerda el jurado, Edwards realizó sus trabajos con los medios de los años 70 y entre una gran controversia ética. "Mis compañeros decían que estaba loco al intentarlo --declaró con posterioridad--, que los niños saldrían con malformaciones". El Vaticano reiteró ayer sus discrepancias: "Sin los trabajos de Edwards no tendríamos ahora un mercado donde se venden millones de ovocitos ... y no habría en el mundo un gran numero de congeladores llenos de embriones". Edwards (Manchester, 1925) estudió genética animal y se doctoró en la Universidad de Edimburgo. En 1963 ingresó en la de Cambridge y, seis años más tarde, logró por primera vez fertilizar un óvulo totalmente fuera del cuerpo femenino, con lo que consiguió el reconocimiento de la comunidad científica. "Jamás lo olvidaré --comentó luego Edwards--. Miré con el microscopio y vi algo extraño en los cultivos: había un blastocito humano que me estaba mirando".

A continuación comenzó a estudiar cómo implantar el óvulo fecundado en el útero de la madre y descubrió los avances en el campo de la cirugía de quien poco después sería su compañero de investigación, Patrick Steptoe. El trabajo definitivo llegó cuando lograron que el 25 de julio de 1978 naciera el primer bebé probeta.