En la escuela laica francesa, no solo se descansa el fin de semana. Los miércoles, también. La generalización de la semana de cuatro días constituye la principal novedad de este curso. Una medida --estrenada en la escuela primaria y prevista para la secundaria-- que supone un quebradero de cabeza para los profesores --deben concentrar en 24 horas semanales las materias que se daban en 26-- pero un alivio para muchos padres.

¿Por qué? Porque ya no habrá que madrugar uno de cada dos sábados --las clases empiezan a las 8.30-- ni retrasar o suprimir las salidas de fin de semana. El sábado por la mañana podía ser lectivo, pero la fiesta de los miércoles es intocable. Una tradición que debe su origen a la ley de 1905, que establece la separación entre la Iglesia y el Estado. Desterrada de la escuela pública, la catequesis quedó reservada para los miércoles.

ACTIVIDADES DE OCIO Luego vinieron los expertos en ritmo escolar a decir que un descanso a media semana respetaba más el ritmo de los niños que un largo fin de semana. El problema es que la vida de los adultos va por otro lado. La catequesis se ha convertido en residual y las mujeres se han incorporado al mundo laboral, así que muchos niños siguen madrugando los miércoles para ir a la escuela, donde el ayuntamiento cobra a los padres por hacer de canguro y organizar actividades.

Los progenitores que trabajan 35 horas semanales pueden reducir el tiempo de trabajo o se organizan para hacer fiesta el miércoles. Las canguros también están muy solicitadas ese día. Y las instituciones culturales montan talleres para los escolares. Hay toda una industria en torno de esta excepción francesa, así que cuando se monta una polémica porque el ministro de Educación decreta dos horas más semanales para ayudar a los niños con dificultad, a casi nadie se le ocurre que los miércoles están ahí, en blanco.