Marina tiene 4 meses y ha estado a punto de morir varias veces. Pero es una luchadora. Ha ganado la batalla y su corazón late. Toma siete medicaciones diferentes. Está sondada para alimentarse. Y cada mañana le pinchan heparina. Ahí está, con su chupete, envuelta en una manta rosa y a punto de quedarse dormida en brazos de su padre, el creativo publicitario Alberto Lizaralde. Su calvario es similar al de muchos otros padres de niños enfermos. El suyo ha llegado más lejos, se hecho viral. Sus redes sociales están colapsadas con miles de likes, retuits y comentarios. Alberto y su mujer, Macarena, escribieron su historia en Twitter simplemente para dar las gracias al personal de la sanidad pública que ha atendido a su hija con cariño y profesionalidad. Conmovedor hasta la lágrima, su relato ha conseguido ser mucho más que un agradecimiento.

Marina nació en el hospital Clínico de Madrid. Todo fue perfecto. Cuando les iban a dar el alta, un médico auscultó al bebé. «Escucho algo raro, así que os vais a casa y venís el lunes para una revisión», sentenció. A los pocos minutos cambió de opinión: «Mejor os quedáis». Fue el primer médico -de una larga lista- que salvó la vida de la pequeña.

«Nació muy morenita. No le dimos importancia. Pero resulta que ese tono de piel era porque le estaba faltando oxígeno en la sangre», cuenta Alberto. La pequeña tenía estenosis pulmonar severa. Marina entró por primera vez en el quirófano con cuatro días de vida. Le hicieron un cateterismo para ver si su corazón respondía. Pero no, así que con un mes la operaron. «Le abrieron el pecho, le sacaron el corazón y se lo pararon. Lo volvieron a poner en marcha y se lo volvieron a colocar. Cuando los médicos nos lo contaron pensamos que casi era mejor no saberlo», recuerda Alberto, director creativo de la agencia Havas. También es fotógrafo, así que decidió tomar imágenes de los pies y las manitas de su pequeña y escenas cotidianas del hospital. Las publicó en las redes sociales. Para dar las gracias. Para compartir angustias. Para apoyar a otros padres. Y para reflejar que (casi) siempre hay luz al final del túnel.

La unidad de Neonatología de la Paz se convirtió en su segunda casa. «Es un sitio especial donde funcionan reglas y códigos que no hay fuera de sus puertas. Es un micromundo de humanidad y sensibilidad. Todos los trabajadores, desde médicos hasta enfermeros y responsables de la limpieza, cuidan con extrema delicadeza a los niños. Y también a los padres, porque muchos se derrumban», explica. Alberto los llama «magos».

Al volver a casa con su hija, por fin, Alberto y Macarena pensaron qué hacer para dar las gracias. ¿Invitarles a un desayuno especial? ¿Enviar bombones? Al final optaron por contar su historia y decir en alto que los «magos» de la sanidad pública merecen más. Merecen mejores instalaciones, despachos, consultas, salario... Lo merecen todo.