Rosario Porto y Alfonso Basterra se convirtieron en sospechosos del asesinato de su hija Asunta desde el momento en que un sargento de la Guardia Civil acudió la madrugada del domingo 22 de septiembre a la casa de la madre a comunicar que habían localizado el cadáver de una niña cuyas características coincidían con las de su hija desaparecida. Ni el padre ni la madre quisieron trasladarse hasta la pista forestal de Teo en la que se esperaba la llegada del juez José Antonio Vázquez Taín para autorizar el levantamiento del cadáver. Ante la estupefacción del guardia, que insistió en que el cadáver estaba en buenas condiciones para ser reconocido, la madre apuntó con frialdad: "Esa no no puede ser mi hija. Sigan buscando". A su lado, el padre, cabizbajo, solo dijo que salía a fumar. Dos amigas de la familia presenciaron la escena. En ningún momento después de ese episodio reconocieron el cuerpo de su hija.

INTERROGATORIOS INTENSOS La reacción de los padres despertó las sospechas de los investigadores. En cualquier circunstancia unos padres que no hace ni cuatro horas que han denunciado la desaparición de su hija, ante la mínima posibilidad de que el cadáver sea el de su niña, ansían verlo mientras se aferran a la esperanza de que no sea su hija. Ese comportamiento provocó que nada más abandonar el domicilio de la madre, la guardia civil comunicará a Vázquez Taín sus sospechas, y el juez ordenara la presencia de dos abogados de oficio para los primeros registros en los pisos paternos y la casa de los abuelos en Teo.