Los países industrializados y las potencias emergentes han anunciado en los últimos meses planes para limitar sus emisiones de dióxido de carbono (CO2), pero la realidad es que ni en el mejor de los casos se llegaría a los niveles aconsejados por la ciencia. La cumbre del clima de Copenhague se inaugura hoy con la evidencia de que hace falta un mayor esfuerzo.

Lo único claro por ahora es que las negociaciones para sustituir el protocolo de Kioto, cuya vigencia expira en el 2012, no podrán concluir en Copenhague y será necesaria otra tanda de reuniones a lo largo del 2010. Sin embargo, eso no significa que la cita sea un fracaso anunciado. Los delegados confían en lograr un acuerdo político que fije metas con el CO2, aunque sea a más años vista, y un calendario para firmarlo en breve. Dos aspectos serán claves para el éxito: las ayudas económicas para los países en desarrollo y las ofertas de EEUU, que se ha sumado al consenso internacional hace 11 meses, tras la llegada de Obama a la Casa Blanca.

Para evitar que la temperatura ascienda hasta niveles peligrosos, hasta dos grados con respecto a 1800, el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), dependiente de la ONU, sostiene que en la atmósfera debería haber un máximo de 450 partes por cada millón (ppm) de CO2. Ahora hay 390 ppm. Teniendo en cuenta que la temperatura ya ha subido siete décimas y que la inercia actual del clima garantiza cinco décimas más, es obligado actuar con rapidez y contundencia. Concretamente, el IPCC calcula que los países ricos, que son los grandes responsables, deberían reducir sus emisiones entre un 25% y un 40% en el 2020 con respecto a los niveles que había en 1990. A más largo plazo, hacia el 2050, la reducción debería llegar al 50%. En cuanto a China, la India, Brasil y otros emergentes, deberían contener su ritmo de crecimiento en un porcentaje no cuantificado, pero notable. Así se llegaría a un máximo de 450 ppm y, a partir de entonces, la temperatura empezaría a bajar.

Ese es el objetivo, claro.

Entre los ricos, sin embargo, solo se muestran dispuestos a intentarlo la UE, que propone una reducción del -20% en el 2020 (-30% si el esfuerzo es compartido internacionalmente), y Japón (-25%), así como las pequeñas Noruega y Suiza. También están por la labor Rusia y Ucrania.

LO ALABAMOS, PERO... "Tal como están las cosas, solo llegamos al 17% o el 18% de reducción", explica Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático. La razón fundamental es que la mejor oferta de EEUU, que representa el 21% de las emisiones mundiales de CO2 y el 40% si solo se cuentan los ricos, es insuficiente. Es muy ambiciosa teniendo en cuenta los años de inacción con Bush, que han llevado a un aumento del 18% con respecto a 1990, pero la limitación anunciada se limita al 4%. Lejos del 20%-30% de los europeos.

"La UE alaba el cambio de tendencia en EEUU, pero cree que puede hacerlo mejor", prosigue Ribera. Además, la última propuesta de Obama aún debe ser ratificada por el Senado, posiblemente en febrero, y la aprobación no está garantizada.

Algunas potencias en desarrollo ofrecen planes ambiciosos, pero difíciles de comparar. Brasil e Indonesia, por ejemplo, planean limitar el crecimiento de sus emisiones casi en un 40% mediante la deforestación evitada, es decir, prometen detener las talas abusivas de sus selvas. China y la India ofrecen cifras confusas, vinculadas al crecimiento de su PIB.