TQtue no me toquen los pajaritos. Cuando una está más pallá que pacá se rebela anta ciertas cosas. Comentaba con una compañera la previsión de una fiesta de mayores y pregunté por curiosidad que música les ofrecerían. No lo sabía pero el año pasado estuvo M Jesús con su acordeón. No me lo podía creer. Como escarpias se me ponen los pelos. Personas con sesenta y cinco o setenta años que hace treinta, aún jóvenes, disfrutaban del ritmo y la estética de la movida madrileña, de Alaska o de Enrique Urquijo , aunque fuera en la distancia, y a las que ahora, plenas en su madurez, ciertas mentes preclaras quieren que disfruten mientras bailan como gallinas.

No quiero que me toquen los pajaritos, ni que me organicen actividades que la mente pensante considere, en ese cada vez más cercano futuro, es propio de la edad en que me halle. Le digo de antemano que se equivocará. No sé jugar a la cuatrola, ni a la petanca, y nunca he lanzado el disco hacia la mesa de la rana.

Ni pajaritos ni estridentes voces cantando pasodobles. Seguro que ya está preparándose, estudiando, la futura organizadora de fiestas para los mayores de mi generación. Seguro que ya sueña con el día en que contrate a la acordeonista para deleitarnos. Ya le digo que no iré. Que no cuente conmigo. No soy aficionada a los bailes regionales y la rana ya era un juego antiguo en mi infancia.

Piensan que los mayores de hoy son iguales que los de ayer y los de mañana y les ponen los pajaritos para que se rían y disfruten como niños pequeños en los tiovivos. Arriba y abajo, moviendo los brazos como alitas. Que no me los toquen. No quiero ser mayor, pero puesto que es mejor alcanzar la meta que no llegar, pido que me lleven a Police , a Dire Straits o, si quieren quedarse en casa, a Serrat o a Miguel Ríos .