Podía haberse dedicado a organizar meriendas con la aristocracia de Santander, de esas con pasteles perlados de azúcar en las que se adivinase el Cantábrico entre las adelfas. Pero Paloma O´Shea tenía gran inquietud. Demasiada para limitarla a sus deberes de esposa de banquero y de madre. Hoy esta dama obstinada y elegante es la mayor mecenas musical del país. Alguien capaz de convencer al capital que su mejor destino es el arte. Acaba de presentar la Orquesta Sinfónica Freixenet de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

--Espíritu bravo el suyo, como el del Cantábrico.

--Mi primer recuerdo de infancia son las olas de ese Cantábrico rompiendo delante de mí. Ese es el sonido de mi niñez. Luego la vida me ha permitido revivir esa escena, en Santander. Cuando estoy allí, recorro a pie cada mañana el Puntal, rodeada de mar por todas partes.

--Eso no habría sido posible sin aquel tatarabuelo irlandés...

--Enrique O´Shea, un militar irlandés que vino con Wellington a luchar en nuestra guerra de Independencia. Luego se quedó en Madrid y se convirtió en uno de los banqueros más importantes de mediados del siglo XIX. Una de las entidades que fundó fue Crédito Mobiliario Español que, andando el tiempo, a principios del siglo XX, daría lugar al Banco Español de Crédito, el que hoy en día conocemos como Banesto. Y las vueltas del destino han hecho que, dos siglos después, el banco vuelva a estar presidido por un O´Shea, mi hija Ana Patricia. Sin duda, es una historia bonita.

--Esa hija es una de las mujeres más influyentes del mundo, según Forbes. ¿Cómo se educa a un líder?

--En la educación, los padres procuramos lo mejor para nuestros hijos, pero es inútil, cuando no contraproducente, tratar de dirigirlos hacia una meta concreta. A todos mis hijos los hemos educado para ser felices, no para ser líderes. Luego, cada cual ha ido haciendo su propio camino. En mi opinión, la capacidad de liderazgo nace, no se hace.

--¿Hay valores inapelables?

--Lo más importante es la honestidad. Sobre todo con uno mismo. Engañarse no conduce a nada. Y, respecto a los demás, lo que más aprecio es la lealtad, que es la variedad comprometida y duradera de la amistad. Y están, naturalmente, las virtudes cardinales, que me siguen pareciendo muy válidas: prudencia, fortaleza, justicia y templanza.

--¡Estoy ante una mujer poderosa!

--Poder, yo no tengo. ¡Ya me gustaría! Estoy segura de que la música saldría muy beneficiada. Lo que tengo es mucha fe en lo que hago y muchas ganas de trabajar.

--¿La banca le suena a música dodecafónica?

--Hay música dodecafónica espléndida. La de Schönberg, Berg y Webern está llena de fuerza y de expresión. No es dulce, ni complaciente, pero es que no toda la música tiene que serlo. El Guernica de Picasso no es bonito, pero nos atrae poderosamente.

--No iba por ahí la cosa...

--La banca me suena más bien a música minimalista americana: ordenada y con pocas sorpresas.

--Renunció a una excitante vida como pianista.

--No tengo la sensación de haber renunciado a nada. He vivido todo con gran intensidad. Al principio, cuando los chicos eran pequeños, la familia requería mucha parte de mi atención. Luego, según se fueron haciendo más autónomos, he canalizado más energías hacia el trabajo.

--¿Cómo es un día de los suyos?

--Están llenos de compromisos establecidos. Pero tengo una costumbre invariable: todos comienzan con un largo paseo a buen ritmo. En él se me ocurren cosas y pongo en marcha por teléfono a mucha gente.

--Cuentan que un chófer le dijo: "Si usted pusiera un banco, los Botines a su lado serían botones".

--¿Permite que le corrija?

--Naturalmente.

--Mi conductor Emilio Nova no me lo dijo a mí --no se hubiera atrevido--, sino a un periodista al que llevaba a casa tras entrevistarme. Emilio, que ya murió, me quería mucho y eso explica la anécdota. ¡Lo malo fue que el periodista lo publicó!

--¿Por qué lo malo?

--Porque el pobre Emilio estuvo dos meses escondiéndose de mi marido, al que por cierto todo aquello le hizo mucha gracia. En cuanto a si trabajo mucho o poco... Desde que me levanto hasta que me acuesto, hago lo que toca. Ayudar a un hijo con problemas es a veces más duro que cualquier otra tarea y, sin embargo, no lo llamamos trabajo .

--Ha avisado a todos: "Me moriré pero volveré de vez en cuando a ver qué pasa".

--La verdad es que me gusta estar en los detalles de las cosas que hago. Es la única manera de hacer funcionar una organización. A eso me refería con esa broma... Creo que el futuro de la Fundación Albéniz pinta bien. Lo importante es que sepamos hacer que sobreviva sin sobresaltos a su actual generación de gestores.

--No sale en revistas, no se la pesca en fiestas. ¿Nada de frivolidades?

--Es que mi vida privada no tiene nada de particular. Creo que no