El infierno en la tierra. Eso es lo que ocurriría si algún día la ciencia lograra dar con la forma de garantizar la inmortalidad de los seres humanos, según el pronóstico del Papa. Benedicto XVI aventuró el domingo que, de llegar a obtenerse "la píldora de la eternidad", los viejos se convertirían en los dueños de un mundo en el "que no se dejaría espacio a los jóvenes, a la novedad de la vida", un escenario que describió con espanto. "Ese no puede ser el tipo de inmortalidad que deseamos", concluyó el Pontífice.

En una pequeña iglesia románica vecina del Vaticano abarrotada de jóvenes, Benedicto XVI se valió de la lectura del Evangelio de San Juan, donde se relata la resurrección de Lázaro, para adentrarse en una serie de reflexiones improvisadas sobre la vida y la muerte y abordar la sed humana de "infinito".

Primero subrayó que "el hombre es siempre hombre con toda su dignidad, sea un embrión o esté en estado de coma", volviendo una vez más a la condena del aborto y la eutanasia. Pero después añadió que si su existencia es meramente biológica "no desarrolla todas las potencialidades de su ser".

ANHELO HUMANO A partir de ahí, Joseph Ratzinger se adentró en la voluntad del hombre de perpetuarse, algo que le diferencia de los animales, y de buscar en la amistad y el amor --al que calificó de "segunda dimensión de la naturaleza humana"-- "la fuente de la vida, de la que quiere beber para tener vida en abundancia", dijo.

Llegados a este punto, el Papa constató que hoy por hoy la ciencia, y en particular la medicina, "representan una gran lucha por la vida, pero no pueden satisfacer la necesidad de eternidad" consustancial a la naturaleza humana. Y aunque algún día ello fuera posible, una realidad de la que hoy tenemos noticia a través de la literatura y el cine de ficción, vaticinó que un planeta poblado de seres envejecidos nos haría más desgraciados que felices.

El "verdadero fármaco" de la inmortalidad es, según la visión del jefe de la Iglesia católica, "la eucaristía y la certeza de ser amados y esperados siempre por Dios".

LA FUERZA DE LA ESPERANZA Para ilustrar sus palabras Ratzinger recurrió a la segunda guerra mundial y a quienes tuvieron que luchar en condiciones terribles en el frente de Rusia. El testimonio de muchos de ellos, explicó, demuestra que lograron sobrevivir porque tenían la certeza de que "alguien les amaba y les estaba esperando en su tierra". "Dios nos espera siempre", agregó. El credo del Papa Benedicto XVI dice que aspirar a la prolongación infinita de la vida biológica se hace pues incompatible con la idea que pregona el cristianismo de ganarse la vida eterna.