Benedicto XVI aterrizó anoche en Barcelona y desde el aeropuerto se desplazó directamente al arzobispado de Barcelona, donde ha pernoctado, y del que partirá a las nueve de esta mañana hacia la Sagrada Família. Atrás dejó ocho horas de apretada actividad en Santiago de Compostela, donde pronunció hasta tres discursos, aunque el Papa optó por el escenario más prosaico, el pasillo del avión que le trasladó de Roma a a la ciudad gallega, a la que llegó poco antes del mediodía, para lanzar el mensaje más llamativo de la jornada. Reveló que cuando hace unos meses anunció la creación del ministerio vaticano para impulsar una nueva evangelización tenía muy in mente a España, cuna de la fe, pero también de "una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se vio en la década de los años treinta", durante la etapa de la Segunda República. "Y ese enfrentamiento entre fe y modernidad ocurre también hoy de manera muy vivaz", apostilló. Los restantes parlamentos del Pontífice fueron más previsibles y giraron en torno a la necesidad de que Europa rescate sus señas cristianas.

Tras desembarcar en el aeropuerto de Lavacolla, en el que fue recibido por los príncipes de Asturias, y mantener un encuentro de diez minutos con el vicepresidente primero del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, donde se intercambiaron expresiones de gratitud y su preocupación por los efectos de la crisis económica, Ratzinger leyó un parlamento conciliador con los gobernantes del país anfitrión.

UN PAIS SANTO Y LIBRE Allí aludió a su alegría por encontrarse en la patria de Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz y Francisco Javier, que forman parte de las señas de identidad del catolicismo moderno, también de instituciones como el Opus Dei y el Movimiento Neocatecumenal, a los que se refirió sin nombrarlos. Y también se felicitó de que España, "en los últimos decenios, camine en concordia y unidad, en libertad y paz, mirando al futuro con esperanza y responsabilidad". Se permitió incluso asegurar que, "movida por su rico patrimonio de valores humanos y espirituales, España busca superarse en medio de las dificultades y ofrecer su solidaridad a la comunidad internacional".

Resulta probablemente imposible hallar una declaración igual en los anales modernos de la Conferencia Episcopal Española, menos optimista con el deve-