El Papa se halla en la cama con gripe, al igual que un millón de italianos, sólo que las delicadas condiciones de salud del Pontífice hacen que su situación sea más preocupante. El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, anunciaba ayer por la mañana, minutos antes de la hora prevista para que comenzasen las audiencias, que todas las actividades de Juan Pablo II quedaban suspendidas "debido a los síntomas de gripe", que empezaron a manifestarse el domingo, y que los médicos le habían aconsejado guardar cama.

Desde el Vaticano se afirmó que la situación "no era grave" y que, a pesar de que el Papa tuvo fiebre el domingo y ayer se levantó con algunas décimas, no dejó de cumplir con uno de los compromisos previstos, la entrega del Anuario Pontificio del 2005. Pero anoche, la Santa Sede decidió cancelar las actividades que el Papa tenía previstas para hoy y la audiencia general de mañana, miércoles. Navarro Valls, en declaraciones a la Radio Vaticana, había dicho horas antes que "como siempre sucede con una gripe, hay que esperar su curso día tras día" para ver si se anulan los compromisos.

VISITA EPISCOPAL Si no es por motivos graves, es difícil que el Papa, de 84 años, "falte al trabajo" más de dos días seguidos, había indicado el portavoz,pero ya entonces parecía difícil que el Papa pudiera recuperarse y recibir hoy, como estaba previsto. a los obispos de Suiza en visita ad limina, así como celebrar el miércoles la audiencia pública, que le permite reunirse con fieles de todo el mundo.

Las palabras tranquilizadoras del Vaticano no evitaron que el coordinador del comité científico que estudia la epidemia de gripe en Italia, Pietro Crovari, señalara que hay que estar muy atentos al curso de la afección, especialmente cuando afecta a los ancianos. "Pienso que el Papa ha sido vacunado, pero por encima de los 80 años la protección de la vacuna se reduce de manera importante", dijo el experto.

Durante la jornada dominical, con ocasión del rezo del Angelus, el Papa, enfermo de Parkinson desde hace años, manifestó tener dificultades al respirar y leer y su voz parecía más cansada y ronca de lo normal. A pesar de todo, el Pontífice no parecía estar enfermo, e incluso sonrió cuando las palomas que los dos niños que le acompañaban lanzaron al aire se negaron a emprender el vuelo y volvieron a entrar en los aposentos, lo que animó al Papa a empujarles.

Algunos médicos opinan que pudo empeorar al haber permanecido demasiado tiempo asomado a su ventana, desde donde lee la oración a los fieles que se citan en la plaza de San Pedro.