Juan Pablo II, cansado y débil, pudo llevar a cabo ayer un sueño largamente acariciado: inscribir en el registro de beatos a Teresa de Calcuta, de la que confesó haberse sentido "siempre muy cerca". En realidad, quien pronunció esa frase durante la homilía de la ceremonia, que congregó a unas 300.000 personas en la plaza de San Pedro del Vaticano y sus aledaños, fue el obispo Leonardi Sandri.

Este prelado compartió con el cardenal de Bombay, Ivan Dias, la lectura de la integridad del texto después de que los presentes pudieran constatar que el Papa tenía más dificultades de las esperadas para lograr que su pronunciación fuera inteligible.

Lo ocurrido ayer no había sucedido antes. Hasta ahora, cuando se hallaba muy fatigado, Wojtyla leía las primeras frases de los textos, y en ocasiones las últimas, mientras que sus auxiliares completaban el trabajo. Pero el ajetreo de los fastos del 25 aniversario del pontificado parece haberle pasado factura y en muchos instantes de la ceremonia se le vio hundido y ausente en su sillón. Con todo, el Pontífice se animó después a cantar y, con la voz entrecortada, incluso ofició algún pasaje de la liturgia, saludó a la concurrencia en cuatro idiomas y repartió bendiciones.

ROSTRO SONRIENTE

La homilía estuvo repleta de elogios al "itinerario de amor y servicio" de la beata, que siguió la fiesta con el rostro sonriente desde una foto gigante colgada del balcón principal de la basílica. El discurso que tenía que haber pronunciado el Papa no pasó por alto una cuestión que unió a Karol Wojtyla y Teresa de Calcuta como si fueran un sólo hombre: la condena del aborto y de la contracepción en los países pobres y superpoblados, como es el caso de la India.

El texto rememoró lo que la fundadora de la compañía de las Misioneras de la Caridad dijo al recibir el Premio Nobel de la Paz de 1979: "Si sabéis de alguna mujer que no quiere tener a su hijo y quiere abortar, tratad de convencerla de que no lo haga y que me lo traiga. Yo lo amaré y veré en él una señal del poder de Dios".

CARIDAD Y FEMINIDAD

La homilía ensalzó el testimonio de la monja albanesa, que con su ejemplo recordó que "la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad", subrayó que había optado siempre por servir a los pobres de entre los más pobres y reafirmó que con su entrega explotó "las mejores cualidades de su feminidad".

En los párrafos leídos en nombre del Papa se citó una de las reflexiones recurrentes de la mujer "enamorada de Dios" que trabajaba en el infierno de Calcuta: que la mayor desgracia de los pobres es sentir que no tienen a nadie que se ocupe de ellos. Teresa es "una de las personalidades más relevantes de la época", se concluyó, y se invitó a imitarle.

La ceremonia contó con una nutrida representación latinoamericana, desde donde salieron los vivas al Papa que se escucharon. Marta Pérez de Maneiro había viajado desde Venezuela porque dijo sentir "una gratitud infinita" hacía las Misioneras de la Caridad que regentan la primera casa de acogida que la beata abrió lejos de Calcuta, en Cocorote, cerca de Maracay, donde ella vive y colabora entregándoles comida. "La primera vez que entré allí, salí llorando", explicó la mujer.

Medio millar de las 4.500 monjas de la Congregación de las Misioneras de la Caridad arroparon el homenaje. España envió al ministro de Justicia, José María Michavila.