El insigne profesor Joseph Ratzinger eligió ayer por la mañana el encuentro con un millar de docentes universitarios que no han cumplido los 40 años, en el monasterio de San Lorenzo del Escorial, para censurar los peligros de la "visión utilitarista de la educación" superior, basada en la "mera capacitación técnica", de la que puso por muestra "los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma". A esa hora, el centro de Madrid era de nuevo un enorme hormiguero de jóvenes católicos que, al caer la tarde, arroparon un vía crucis en el paseo de Recoletos. Pero los coletazos de la marcha anti-Papa del miércoles, avivados por la pugna política, arrojaron una tenue sombra sobre la jornada papal. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, minimizó, sin embargo, los incidentes, calificándolos de "marginales", si bien anoche se reprodujo la tensión entre jóvenes laicos y la policía.

Benedicto XVI optó en el segundo día de su estancia en Madrid por renovar su desconfianza hacia los avances científicos ante una audiencia atenta al magisterio del Papa en la controvertida cuestión de las relaciones entre la ciencia y la fe.

CONDENA Su censura equivale a renovar la condena de la utilización de células madre con fines terapeúticos, y también del uso de las técnicas de fecundación in vitro a las que miles de parejas españolas recurren todos los años para conseguir descendencia. Anualmente nacen unos 7.000 niños en España a través de ese procedimiento.

La cita con el profesorado fue después de que en el patio de los reyes del monasterio del Escorial se viera con 1.600 monjas jóvenes tomadas por el entusiasmo. Ahí el Pontífice alabó la forma de vida "radical" que han elegido, máxime cuando en el mundo actual se constata "un verdadero rechazo del cristianismo" que el desarrollo de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Madrid desmiente.

La actividad de Ratzinger, salpicada por una visita de cortesía a los Reyes a primera hora de la mañana y por la entrevista que mantuvo a media tarde, en la nunciatura, con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, concluyó con una exhibición de fuerza confesional en pleno corazón de Madrid, entre las plazas de Colón y Cibeles, donde se situaron una quincena de pasos que condensan la Semana Santa española. Benedicto XVI se valió del calvario de Cristo para reclamar a los jóvenes que estén dispuestos a sufrir por los demás y a "estar cerca de los menos favorecidos".

BERTONE Y LOS MINISTROS El día deparó asimismo un almuerzo entre dos de los ministros del Gobierno, los titulares de Presidencia, Ramón Jáuregui, y Exteriores, Trinidad Jiménez, con el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone, en el que éste se mostró "receptivo", según el Ejecutivo, ante la idea de reconvertir el Valle de los Caídos, icono del bando que ganó la guerra civil, en centro de reconciliación entre las dos Españas que participaron en la contienda.

Mientras se celebraba el vía crucis, al menos un millar de personas que portaban pancartas con lemas que decían 'No tenemos miedo' y 'No más brutalidad' se congregaron en la glorieta de Carlos V y en los aledaños de la estación de Atocha para protestar contra las cargas policiales que se registraron tras la manifestación del miércoles y la réplica del jueves por la noche. La protesta se desarrolló hasta entrada la noche bajo la vigilancia de un fuerte dispositivo policial, en previsión de que hubiera algún enfrentamiento con los peregrinos. Anoche, la policía, después de que lo que reclamara el PSOE, confirmó que abrirá una investigación sobre los supuestos excesos policiales a la hora de controlar las protestas.

Aunque inicialmente los manifestantes pretendían subir por el paseo del Prado, la marcha tomó la calle Atocha en dirección a la plaza de Tirso de Molina, el lugar de donde partió la marcha laica del miércoles. Varios centenares de policías custodiaron la entrada de la puerta del Sol y dieron protección a las cofradías que cruzaron su perímetro en el itinerario de recogida de los pasos.

El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, insistió en denunciar que los laicos "han insultado, humillado y vejado a los peregrinos solo por proclamar su fe". El portavoz del Gobierno, José Blanco, subrayó que solo "una minoría" causó altercados.