Juan Pablo II abandonó ayer por la tarde el policlínico Gemelli y regresó a bordo del papamóvil al Vaticano, después de haber permanecido nueve días hospitalizado a causa de una grave crisis respiratoria. La vuelta a la vida cotidiana y la incógnita sobre el deterioro de sus capacidades físicas han vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de su posible dimisión, aunque ayer mismo se confirmó la asistencia de Karol Wojtyla a la Jornada Mundial de la Juventud, prevista para el próximo agosto en Colonia (Alemania).

Por la mañana, el portavoz Joaquín Navarro Valls había informado de que "la laringotraqueitis aguda, que había impuesto la hospitalización urgente del Santo Padre, está curada" y que "todos los análisis diagnósticos realizados en los últimos dos días, incluido un TAC, han excluido otras patologías".

Navarro explicó que el Papa "decidirá su agenda de acuerdo con su médico". "Le he notado como impaciente por volver. En la medida de lo posible --añadió--, retomará las citas que han tenido que ser aplazadas, aunque se puede decir que su actividad no se ha interrumpido nunca".

A la pregunta de si está en condiciones de gobernar, el diario católico francés La Croix cree que "la respuesta es negativa".

Frente a la perplejidad de muchos católicos por la permanencia del anciano Papa en su puesto, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, dijo: "Dejémoslo a la conciencia del Papa, él sabe qué hacer".

La idea de la dimisión ha provocado la reacción de otros cardenales, como Giovanni Battista Re, ministro de los obispos. "Es de mal gusto", indicó.