Tras haber dejado constancia de que aplaude la laicidad positiva que defiende Nicolas Sarkozy, en la que el Papa ve una actualización de las enseñanzas de san Pablo cuando abogaba por dar "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", Benedicto XVI se ha aplicado en su visita a Francia en la transmisión reiterada de un segundo mensaje. Lo hizo el viernes y el sábado en la catedral de Notre-Dame y en la homilía de los Inválidos, cuando apeló a la generosidad de los jóvenes y les pidió que abrazasen el sacerdocio. Y volvió a hacerlo ayer, en una misa celebrada en Lourdes ante 100.000 asistentes, cuando prometió la felicidad a los que opten por la sotana. Por la tarde, durante la reunión con los obispos franceses, la cuestión se puso de nuevo sobre la mesa.

La Iglesia católica francesa, y por extensión la de buena parte de Europa, topa con la urgencia de alimentarse de vocaciones, no ya para asegurar un relevo generacional que se evidencia imposible, sino para garantizar la subsistencia, aun en precario, de la práctica religiosa.

LOS DATOS La Conferencia Episcopal Francesa trabaja con la hipótesis de que 40 de los 65 millones de los habitantes del país son católicos, pero la mitad no sean practicantes, un número algo superior al de católicos españoles, que se aproximan a los 35 millones. Sin embargo, los seminarios españoles cuentan con el doble de efectivos que los franceses, donde viven 756.

Conocedor de esta grave situación, el Papa la ha convertido en uno de los ejes sobre los que ha girado su primera visita a Francia, que finaliza hoy. Ansioso por hacer partícipes de ese cataclismo a los jóvenes creyentes, Joseph Ratzinger se ha empleado a fondo y no ha descuidado hablar de ello en tres de sus discursos más destacados. Primero lo hizo la noche del viernes en la catedral de París, donde se concentraron miles de jóvenes para escucharle. Allí les dijo que estaban "en la edad de la generosidad", que resultaba "urgente hablar de Cristo" a su alrededor, que tuvieran "valentía" y que hacía votos para que "a algunos la profundización en el misterio de la cruz les permita descubrir la llamada a servir a Cristo".

El sábado, antes de ir a Lourdes, insistió en la misma idea en la misa a la que acudieron más de 200.000 feligreses. Tras proclamar que el mundo moderno imita a los paganos de la antigüedad y crea ídolos, como el culto al dinero, dijo que hacía un llamamiento esperanzado a "la generosidad de los jóvenes que se plantean la cuestión de la vocación religiosa o sacerdotal". Y ayer, en Lourdes, el Papa redobló sus esfuerzos diciendo: "Dios os mira con amor y os llama a una vida dichosa y llena de sentido. No tengáis miedo de decir sí a las llamadas del Señor cuando os invite a seguirle. Responded generosamente". Ahora está por ver si el discurso cala.