Primero el Vaticano subrayó que Juan Pablo II había ingerido un copioso desayuno cuando aún no habían transcurrido 12 horas desde que, el pasado jueves por la noche, se le hubiera perforado la tráquea para ayudarle a respirar. Más tarde dio a entender que, aunque había perdido el habla, el Pontífice, que sufre la enfermedad del Parkinson en estado avanzado, era capaz de escribir con soltura. Y ayer el cardenal Joseph Ratzinger afirmó, tras visitarle, que Karol Wojtyla le había hablado en dos idiomas: italiano y alemán.

¿Se trata de un milagro o de una campaña para combatir las especulaciones sobre el vacío de poder que conllevará la previsiblemente larga convalecencia del Papa? Si hay que creer al portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, y a los cardenales que lo han visitado, como ayer hizo el purpurado alemán que desde hace dos décadas dirige el aparato ideológico de la Iglesia católica, estamos ante una recuperación que tiene tintes de ser sobrenatural.

Lo cierto es que los médicos no se han pronunciado desde que hace seis días le operaron. El mundo conoce el estado de salud del Papa a través de las sucintas explicaciones del portavoz, que también es médico, pero que nunca ha tratado al Pontífice. Y por lo que filtran las visitas, cardenales y políticos italianos deseosos de hacerse la foto a la salida del Gemelli ante el alud de cámaras y periodistas que se afincado a sus puertas.

Ratzinger no sólo dijo que estaba "muy contento" al comprobar que "está en total plenitud de sus facultades mentales" y ver que "puede decir las cosas esenciales con su palabra", sino que además añadió que le había trasladado diferentes cuestiones urgentes para que las resolviese y que el enfermo se aprestaba a hacerlo. "Ha hablado conmigo en italiano y alemán".