El Papa llega hoy a Madrid a ver si contribuye a robustecer la posición institucional de la Iglesia española, debilitada por una ola secularizadora sin precedentes y unas relaciones nada fáciles con un Gobierno que se autoproclama devoto del catolicismo. A cambio, al Vaticano se le presenta la oportunidad de mostrar a un Pontífice que ha logrado detener su deterioro físico y que se halla en un excelente momento de popularidad. Y el Ejecutivo del PP confía en sepultar su llamativo distanciamiento del magisterio del Papa, al que ha ignorado al apoyar la guerra de Irak.

La quinta visita de Karol Wojtyla a España conviene a todas las partes. Está limitada a Madrid, donde aterrizará este mediodía, se entrevistará con José María Aznar y los Reyes, y permanecerá 31 horas. Hace una década que no pisa territorio español. Lo hizo en cuatro ocasiones con el PSOE en el poder, pero ninguna desde que lo ocupa el PP, que aguarda su turno con impaciencia.

Los dirigentes de la Conferencia Episcopal Española (CEE) se darían con un canto en los dientes si esta noche fuera aclamado por cerca de 500.000 jóvenes en el aeródromo de Cuatro Vientos y el domingo reuniera a cerca de un millón de seguidores en la madrileña plaza de Colón, donde canonizará a cinco beatos españoles.

Se trata de un viaje "relativamente necesario", en opinión de un obispo español que exige que no se desvele su identidad. ¿Necesario para quién? "Rouco quiere salir en la foto junto al Papa y Aznar, arropado por el Gobierno en pleno, puede mostrarse como un gran católico en vísperas de una contienda electoral", aclara el prelado.

El hacedor de la presencia en España del obispo de Roma es el cardenal gallego Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid y presidente de la CEE.