En su segunda jornada de visita a Lourdes como "un peregrino entre los peregrinos", Juan Pablo II mantuvo ayer un verdadero pulso con su enfermedad para presidir la misa de la Asunción, durante tres horas bajo un sol de plomo, y encontrar las fuerzas necesarias de efectuar un llamamiento a las mujeres para que defiendan el "respeto a la vida" en contra del aborto y de la eutanasia.

Ante una multitud de peregrinos que aplaudieron con fuerza su tenacidad, logró pronunciar una de sus homilías más políticas. Fue un sermón de 20 minutos entrecortado por enormes problemas de elocución pero que el Papa, con la ayuda de su secretario que le dio de beber, pronunció hasta el final. A la multitud fervorosa y al resto de la humanidad lanzó "un llamamiento para que se haga lo imposible para que la vida, toda la vida, sea respetada desde la concepción hasta su final natural".

FALTA DE ALIENTO "La Virgen nos habla, escuchémosla", dijo al comenzar el sermón, que pronunció en francés. Durante las interrupciones por falta de aliento, la multitud prorrumpía en aplausos de ánimo o de compasión hacia el anciano que la víspera había reconocido que estaba "al final de la peregrinación".

El llamamiento lo dirigió especialmente a las mujeres. Cree que ellas deben tomar como modelo a la Virgen Maria: "Sois testigos de los valores esenciales y debéis ser las centinelas del invisible", dijo. A los jóvenes que "buscan una respuesta capaz de dar sentido a la vida" también puso como ejemplo a la Virgen.

A los miles de enfermos y disminuidos que vinieron a verle y en busca de un milagro en Lourdes deseó que "la Virgen santa os haga percibir su presencia y reconforte vuestro corazón". Juan Pablo II, que viajó por primera vez a la localidad en el sur de Francia en 1983, dos años después de resultar herido en un atentado, había declarado que fue la Virgen María quien le había salvado la vida desviando las balas.

Al término de su visita de ayer dijo haber cumplido uno de sus deseos más anhelados: peregrinar a Lourdes y rezar un buen rato a solas ante la Virgen. "Arrodillándome de nuevo en la Gruta de Massabielle siento con emoción que he alcanzado la meta de mi peregrinación", afirmó el Pontífice, de 84 años, tras acudir tres veces en dos días al lugar donde la Virgen se apareció en 1858 a la Bernadette.

En la tarde de ayer, antes de regresar a Roma, en la gruta sólo estaban él y sus ayudantes. Toda la zona colindante --las fuentes, donde se colocan los centenares de velas, y las piscinas donde se introducen a los enfermos-- estaba desierta. La imagen del Papa enfermo, encorvado y rezando ante la Virgen se prestó a numerosas elucubraciones sobre su estado de salud.

"Estoy con vosotros, como un peregrino más, ante la Virgen. Comparto con vosotros un tiempo de la vida marcado por el sufrimiento físico, pero no por ello menos fecundo en el proyecto extraordinario de Dios", dijo. Así respondió a los que afirman que debido a sus enfermedades debería renunciar al Papado.