Benedicto XVI ha pedido, durante la celebración del Miércoles de Ceniza en la Basílica de San Pedro, que se viva la Cuaresma superando "individualismos y rivalidades", como un "signo humilde y valioso" para los que están alejados o son indiferentes a la fe.

Durante la homilía, en la que es la última gran celebración que el Pontífice presidirá en la Basílica de San Pedro antes de que el 28 de febrero a las 20.00 horas se haga efectiva su renuncia, el Papa ha subrayado cómo en ocasiones el rostro de la Iglesia se ve "desfigurado". Concretamente, se ha referido a "los golpes contra la unidad de la Iglesia y las divisiones del cuerpo eclesial".

Ante una Basílica abarrotada, con presencia de multitud de cardenales y obispos y una audiencia en silencio y actitud de recogimiento, Benedicto XVI ha resaltado, por ello, la importancia del testimonio de la fe y de la vida cristiana de cada individuo y de las comunidades para manifestar el rostro de la Iglesia".

Por ello, en su segunda aparición pública desde que anunció su decisión, ha insistido en la necesidad de vivir la Cuaresma en una "intensa y evidente comunión eclesial", superando "individualismos y rivalidades" como "un signo humilde y valioso para aquellos que son lejanos de la fe o indiferentes".