El papa Benedicto XVI proclamó ayer ante decenas de miles de personas --unas 300.000, según un entusiasta cálculo de los organizadores de su viaje oficial a Alemania-- su recelo a excluir a Dios de la teoría de la evolución de las especies que a finales del siglo XIX formuló Charles Darwin y que después la ciencia ha corroborado como cierta. Tras intermitentes aproximaciones a tan controvertida cuestión, que hasta ahora había realizado en círculos más íntimos, el Papa expuso sus reflexiones a los fieles. "Una parte de la ciencia se empeña con tenacidad en buscar una explicación del mundo en la que Dios sea algo superfluo", protestó. "Sin Dios, las cuentas no cuadran para el hombre, para el mundo y el universo", prosiguió. Con ese hilo argumental, concluyó que explicar el origen del hombre y la evolución solo desde una perspectiva científica es "irracional".

Joseph Ratzinger eligió la ciudad bávara de Ratisbona como altavoz de su posición ante el evolucionismo, materia de encendidos debates desde hace años en Estados Unidos por parte de otras iglesias cristianas, pero con la que el catolicismo había dado hasta ahora muestras de convivencia y tolerancia. Ratzinger ejerció en el pasado de vicerrector en la Universidad de Ratisbona. Su visita a Alemania, pues, tenía un plus de atención de los medios de comunicación, con independencia de que su periplo tuviera o no contenido doctrinal. Lo ha tenido.

LA GRAN INCOGNITA El Papa destacó ante los fieles que para aclarar la gran incógnita de la humanidad --"¿qué fue el origen", planteó él mismo-- hay en esencia dos alternativas: la cristiana, que sitúa en el centro de la respuesta "la razón creadora, el espíritu que actúa y suscita el desarrollo" y, en el otro lado de la balanza, "la irracionalidad, que priva de razón, extrañamente produce un cosmos ordenado de manera matemática y también el hombre y su razón". Apuntilló su reflexión: "Pero esto sería solo un resultado casual de la evolución y, por tanto, en el fondo una cosa irrazonable".

Hasta qué punto el Papa flirteó ayer con las tesis creacionistas o de diseño inteligente de la evolución que tanto éxito y discusión han tenido en Estados Unidos es una frontera muy difícil de discernir. Construyó una filigrana de discurso en la que, como es obvio, reivindicó un papel preminente de Dios incluso allá donde la ciencia se ha mostrado clara y diáfana. Los antecedentes de la jornada, en este sentido, permiten arrojar una luz distinta y especialmente reveladora sobre las reflexiones papales de ayer.

Su antecesor en el trono pontificio, Juan Pablo II, reconoció en su día que "el principio de la evolución es más que una hipótesis, es una teoría consolidada". Aquella afirmación fue jugosamente comentada por el cardenal de Viena, Christoph Schoenborn, apreciado consejero de Benedicto XVI. Definió lo dicho por Juan Pablo II como algo "vago y no importante". Más tarde, en uno de sus primeros discursos como Papa, Ratzinger insistió: "No somos el producto casual y sin sentido de la evolución".

REUNION CON 40 EXALUMNOS El antecedente más revelador, sin embargo, es la reunión que el Papa convocó los pasados 2 y 3 de septiembre en Castelgandolfo para, con 40 exalumnos, debatir la cuestión.

Ratzinger, por otra parte, abordó ayer en Baviera una segunda. En una conferencia en la Universidad de Ratisbona condenó la yihad o guerra santa que llevan a cabo grupos integristas islámicos. "Dios no se complace con la sangre. Actuar contra la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma y no del cuerpo. Quien quiere llevar a alguno a la fe no necesita usar la violencia", dijo.