Sin apenas dar explicaciones, el Vaticano anunció ayer que el Papa Francisco ha decidido rechazar la renuncia del cardenal francés Philippe Barbarin, condenado a principios de este mes en Francia por no haber denunciado a un cura acusado de abusos a menores. El Papa ha dejado a Barbarin «libre de tomar la mejor decisión para su diócesis», la cual resultó ser la de «retirarse por un período de tiempo», anunció el Vaticano a través de una breve nota. Una toma de posición que implica que el arzobispo de Lyon mantiene sus títulos eclesiásticos.

La inesperada decisión papal sobre uno de los hombres más influyentes de la Iglesia francesa fue recibida con cierto estupor por los analistas después de que el año pasado el Vaticano acabara nuevamente en el ojo del huracán por su gestión de algunos casos de abuso sexual en países tan distantes como Chile y Australia. A lo que siguió una cumbre antipederastia celebrada en febrero en el Vaticano, que decepcionó a muchas víctimas.

«La decisión ha sorprendido a la mayoría de los observadores. Pero en este caso hay algo que no cuadra», opinó el vaticanista Francesco Grana, al sugerir que la decisión del Papa podría ocultar responsabilidades de alguien más arriba en la escala jerárquica de la Iglesia. En octubre pasado, el Vaticano invocó la inmunidad diplomática para el sacerdote español Luis Ladaria, actual prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, lo que evitó que el prelado testificase en el juicio contra Barbarin.

Otro elemento, según algunos vaticanistas, sería que la decisión del Tribunal de Lyon -divulgada el pasado 7 de marzo y que ha previsto un castigo de seis años de prisión con exención de cumplimiento de pena- es una condena en primera instancia y Barbarin recurrió imediatamente. Esto se suma a que el sacerdote acusado de pederastia, Bernard Preynat, no ha sido juzgado, razón por la que el Papa habría aceptado la «presunción de inocencia» de Barbarin -quien recibió la primera denuncia contra Preynat en el 2014-.

Antes del anuncio, el Papa recibió el lunes al cardenal francés en un encuentro cara a cara que duró una veintena de minutos y a puerta cerrada.