Benedicto XVI canonizó ayer frente a más de un millón de personas a Fray Galvao, el primer santo brasileño al que puso como modelo de castidad a seguir "en una época tan llena de hedonismo". Y bajo un sol radiante que le borró a Sao Paulo su rostro mustio, instó a los fieles que poblaron el Campo de Marte a "decir no a aquellos medios de comunicación social que ridiculizan la santidad del matrimonio y la virginidad" antes del casamiento.

La misa matinal que el Papa Joseph Ratzinger ofició en la zona norte de esta ciudad giró en torno a las virtudes beatíficas de Fray Galvao, un franciscano del siglo XVIII a quien los brasileños le atribuyen haber estado en dos lugares al mismo tiempo y concedido la gracia por medio de "pastillas milagrosas", que en medio de la visita papal han vuelto a ingerirse con frenesí.

En un principio, el Papa no tuvo mucho interés en promoverlo a santo. Pero la Iglesia local alegó que la canonización de un personaje tan venerado contribuiría a frenar la fuga de creyentes a mano de los tele-evangelistas. Entonces, Galvao fue "elevado a la gloria de los altares", de acuerdo con Ratzinger.

El Pontífice insistió ante la multitud en su carácter ejemplar: "el mundo necesita de vidas limpias, de almas claras, de inteligencias simples que rechacen ser consideradas criaturas objeto de placer". La recomendación no podría haber sido más enfática para esta sociedad creyente pero que, a la vez, hace un culto paralelo de la sensualidad y la belleza, que tiene al bum-bum (trasero femenino) como fetiche mediático y que ha convertido a Sao Paulo y Río de Janeiro en verdaderas capitales mundiales de la cirugía estética.

Con pocas horas de diferencia, y en dos actos de masas, un Papa "entusiasmado pero riguroso", según el diario Estado , colocó a la "castidad" en el centro de su discurso y recordó que la vida conyugal solo está reservada a las "parejas casadas".

El discurso lo escuchó una sociedad convencida en su mayoría que el uso de métodos anticonceptivos no los convierte en malos cristianos.