No a los curas casados, no a la comunión para los católicos divorciados, no a las formas de parejas que no sean el matrimonio y no a la poligamia. No también a sermones largos, a las músicas no respetuosas con la misa y a los vestidos sagrados, decoraciones y arquitecturas de los templos que no sean adecuados. En cambio, sí a la posibilidad de celebrar la misa en latín, la recuperación del canto gregoriano y a que los domingos sean festivos, sin que por ello nadie deba ser penalizado.

Estas son algunas de las directrices, obligatorias para los católicos, que publicó ayer en el texto de 131 páginas Sacramento de caridad . En él, resume y hace propias las 50 propuestas que le presentaron los 256 obispos que en octubre se reunieron en Roma para debatir sobre la eucaristía, eje de la religión católica.

Partiendo de esta cuestión, el Pontífice expone las directrices que debe tener en cuenta todo buen católico, incluidos los políticos y parlamentarios, llamados a "presentar y a apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana". Se trata, afirma, de "valores no negociables", y entre ellos enumera "el respeto y la defensa del vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, la familia fundada sobre el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas".

CONCILIO VATICANO II Sobre el latín, afirma que "para expresar mejor la unidad y universalidad de la Iglesia" es deseable que en los encuentros internacionales se use esta lengua, la oficial de la Iglesia. Por ello, los sacerdotes deberán comprender los textos latinos y estudiar gregoriano, mientras que los fieles "deberán ser educados en conocer las oraciones comunes en latín y cantar en gregoriano partes de la misa". Exceptúa las lecturas, el sermón y la oración de los fieles.

La revalorización del latín se produce poco antes de que el papa liberalice, con otro documento, el rito anterior al Concilio Vaticano II, conocido como de san Pío V, que es una de las condiciones de los seguidores cismáticos de Marcel Lefebvre para volver a la Iglesia de Roma. A pesar de las apariencias, el Pontífice subraya que las reformas realizadas por ese Concilio, que introdujo los idiomas locales, siguen siendo válidas, pero alerta sobre la introducción de "rupturas artificiosas" del rito de la misa.