A punto de cumplirse los cien primeros días de su pontificado, Benedicto XVI está terminando su debut como papa veraneante en los Alpes italianos. Dedica los días a subir montañas, a pasear, a acabar un libro que comenzó antes de ser elegido y, sobre todo, a escribir su primera encíclica. "Aquí todo es bellísimo. Esto es un paraíso", ha dicho en varias ocasiones a los peregrinos que se remontan hasta Les Combes, en la frontera con Francia.

El pasado jueves, Ratzinger realizó su primera larga excursión, subiendo en telesilla hasta la cima del Mont Blanc y alcanzando los 3.500 metros de altura. Regresó al valle bronceado, con buen aspecto y claramente satisfecho. "Estoy pasando unas vacaciones maravillosas", dijo a los que fueron a recibirle.

Durante la estancia en el mismo lugar donde veraneaba Karol Wojtyla, Benedicto XVI ha mantenido los compromisos de la audiencia de los miércoles y del ángelus y sermón de los domingos, retransmitidos por televisión a los peregrinos que acuden a la plaza de San Pedro.

"El Papa está completando un libro que comenzó hace un año, precisamente durante unas vacaciones", explicó su portavoz, Joaquín Navarro Valls, según el cual también trabaja sobre su primera encíclica, aunque no adelantó ni el tema, ni la fecha de publicación. En Les Combes, prepara también los discursos que pronunciará en Colonia (Alemania), en el encuentro mundial con los jóvenes, que será su primera salida al extranjero.

Durante el viaje y por voluntad suya, acudirá a una sinagoga, se reunirá con representantes de las confesiones cristianas y con las comunidades musulmanas. Se trata de encuentros con un particular significado tras los últimos actos terroristas.

El jueves se irá a Castelgandolfo, donde hay huertos, una granja agrícola, jardines, un observatorio y una piscina, que ha sido sometida a una limpieza extraordinaria. Quizás para que la pueda usar.