THtubo un tiempo en el que la política extremeña cabía y se explicaba en un autobús. Toda la vida criticando los derrapes y volantazos del anterior conductor hasta que una carambola de difícil explicación puso el vehículo en manos de otro chófer. De momento los pasajeros estamos expectantes por saber la ruta que toma, pero todo sigue parado: estamos en punto muerto, revisando debajo de los asientos, intentando saber dónde nos encontramos y maldiciendo al anterior conductor.

Preguntas a dónde vamos y te responden siempre lo mismo: que si el anterior chófer era un descerebrado, que malgastaba combustible, que nos llevaba por carreteras peligrosas y tenía contratado a su cuñado como cobrador. El conductor antiguo ya está criticando al nuevo y éste se vuelve hacia atrás y le recuerda que hacía lo mismo y más.

El nuevo cobrador es familiar del nuevo chófer y el anterior monta en cólera. Un pasajero cariacontecido tiene ganas de vomitar ante discusiones de este calado y pide a los chóferes, al actual y al anterior, que decidan de una vez hacia dónde vamos, qué carretera tomamos, cuántas paradas hacemos y qué velocidad alcanzamos.

Pero ahora hay una nueva discusión sobre un asunto que tratan como si fuera de vital importancia, el vídeo. Que si tú te vas a escoger las películas, que si ahora elijo yo, que por qué no encargamos al de la última fila para que deshaga el empate. Y el autobús sigue parado, sin saber a dónde ir, sin nadie que sugiera por dónde se sale del atolladero y con pasajeros parados en medio del campo. Urgen nuevas maneras de conducir: las antiguas no llevan a ninguna parte.