La campaña de recolección de la fruta ha arrancado en Lleida con cambios en el perfil de los temporeros. La recesión ha modificado los modelos de contratación en el campo. En cinco años se ha pasado de contratar a centenares de inmigrantes a frenar su llegada para cubrir parte de la demanda con parados autóctonos, aunque esta tendencia no acaba de consolidarse porque muchos agricultores no dejan nada a la improvisación y cubren sus necesidades de mano de obra con empleados que ya conocen de campañas anteriores. "Contratamos a personas que sabemos que trabajan bien o a conocidos. El que es bueno, repite. Es un trabajo duro y no nos la jugamos", dice Juanjo Trota, encargado de una cooperativa frutícola del Segrià.

Los agentes sociales de la capital aseguran que los autóctonos tienen una mayor predisposición a trabajar en el campo que en años anteriores. "Antes preferían cobrar el subsidio por desempleo que trabajar en la recogida de la fruta, pero esa prestación se acaba", señala el coordinador del sindicato agrario UP en Lleida, Josep Maria Companys. Los datos hablan por sí solos. En la bolsa de trabajo que gestiona el sindicato, hay inscritas unas 3.000 personas, "de las que un 20% son españoles, mientras que hace apenas dos años esta cifra era del 2%", apunta Companys. Entre ellos hay muchos jóvenes estudiantes y licenciados que no encuentran trabajo relacionado con la carrera que han estudiado y ven en el campo una manera de obtener unos ingresos que les permitan ir saliendo del paso.

Las administraciones esperaban que mucha mano de obra de la campaña de la fruta saliera este año de las listas del paro de larga duración. Sin embargo, los temporeros novatos son relativamente pocos. Aunque la tendencia es que la presencia de españoles sea cada vez mayor, la gran mayoría continúan siendo extranjeros con permiso de trabajo y de residencia y que ya habían trabajado en el campo en campañas pasadas. En temporadas anteriores, el servicio de ocupación de la comunidad envió unas 8.000 cartas a desempleados para preguntarles si estarían dispuestos a trabajar en el campo. Contestaron afirmativamente 700, de los que solo 180 fueron contratados.