Carlos Arturo Vásquez, el parricida de 36 años que fue detenido el miércoles por matar a su hija Natalia, de 7 años, en Granadilla

(Tenerife), habló por teléfono con su expareja y madre de la niña, Araceli Hurtado Ibáñez, poco antes de cometer el crimen y le anunció que ya se enteraría de lo que iba a hacer.

Araceli Hurtado había acudido a la comisaría de la población vecina de San Isidro a denunciar el secuestro de sus dos hijos, un niño de 14 años y Natalia. Según el relato que la mujer hizo al funcionario que la atendió, su expareja había recogido a los niños en una parada de autobús pese a la orden de alejamiento dictada por el juzgado de Granadilla por malos tratos y amenazas de quemarla viva.

LA POLICIA LLAMA El agente preguntó a la joven si disponía del teléfono del agresor. Cuando ésta se lo facilitó, el policía llamó a Carlos Arturo y le exigió que dijera dónde tenía escondidos a los niños, pero él se negó a dar ningún dato y pidió que le pasara con Araceli. Esta, desesperada, le imploró que le devolviera los pequeños pero él se limitó a responderle: "Ya te enterarás de lo que voy a hacer". Y colgó el teléfono.

Pocos minutos después, la Guardia Civil recibió llamadas de varios vecinos de Carlos Arturo. De las declaraciones de los testigos se deduce que tras secuestrar a los niños y llevarlos a su piso, el agresor dio dinero al mayor para que fuera a comprar un refresco. Cuando el chico volvió de la tienda, encontró al padre con la ropa ensangrentada. Aunque éste le pidió que no hiciera ruido porque su hermana estaba durmiendo, el chico empezó a gritar desesperado: "El cabrón de mi padre ha matado a mi hermana, la ha matado".

Las desavenencias de los padres empezaron por la frecuencia con que el hombre se emborrachaba. Luego vinieron los malos tratos y la separación. Un día antes del asesinato, el padre habló con la madre para pedirle que se reconciliasen, a lo que ella se negó aludiendo a que tendría que dejar la bebida.