Por experiencia personal Quim Casas, crítico cinematográfico, sabe que es difícil que un adolescente acepte ir a una sala de cine con sus padres «si sospecha que existe la posibilidad, por remota que esta sea, de que allí se va a encontrar con alguno de sus amigos». «Y por supuesto, no quieren ni oír hablar de ir con ambos a la vez, con el padre y con la madre... En todo caso, toleran ir con solo uno de ellos», explica.

Es ese alto sentido ridículo que tienen los chavales el que se lo impide. Otra cosa es, señala el crítico de EL PERIÓDICO, ver cine en la intimidad de casa. «Eso lo aceptan de bastante mejor grado». Y la experiencia suele ser enriquecedora.

La posibilidad de recrear una sesión de cinefórum en el salón de casa abre además todo un abanico de enfoques educativos. Se pueden ver las últimas novedades, por supuesto, pero también hay propuestas para repasar por ejemplo Historia. «La versión de Maria Antonieta de Sofia Coppola es una buena manera de conocer la Revolución Francesa, con un tratamiento moderno», sugiere.

Pese a que no le parece mal que los estudiantes complementen con cine aquello que están aprendiendo en clase, Casas desaconseja que las películas que se miren en familia sean versiones cinematográficas de los libros que los chavales tienen como lecturas obligatorias en el instituto. «Nunca o casi nunca son lo mismo», avisa.

El adolescente que pretenda pasarse de listo mirando un Hamlet o un Macbeth en lugar de leérselo, advierte el crítico de este diario, «conocerá la trama, sí, pero no los detalles y eso, lamentablemente, muy probablemente no le servirá para aprobar». H