El no alardea, pero todos los que le conocen saben de su entrega hacia un deporte al que ha estado vinculado siempre. Empezó desde muy pequeño en el colegio Licenciados Reunidos, aunque primero probó con el baloncesto y el balonmano. No era demasiado difícil acertar que el cambio al voleibol llegaría antes o después. La afición al deporte le venía de casta , pues su padre, también deportivamente Tate , fue uno de los ilustres del Cacereño de los sesenta.

Fue creciendo paralelamente a los éxitos del Licenciados gracias a las enseñanzas de Enrique Pizarro, Antonio González, Gabriel Solano o José Carlos Dómine. Desde el Marpol --viajaban en la furgoneta Pepita a toda España--, pasando por Licenciados Reunidos y AD Cáceres, militó en distintas categorías hasta alcanzar la División de Honor, en la que jugaría el equipo cacereño durante tres temporadas, en dos de las cuales además Tate fue entrenador-jugador.

Este entusiasta del voleibol no había olvidado los estudios y se había diplomado en Magisterio, al que unos años después se entregaría en las localidades de Torrejoncillo y Arroyo de la Luz --donde actualmente es docente-- y donde logró éxitos de un nivel más que notable.

Recuerda con nostalgia los tiempos en que el deporte era muy sacrificado y no había las facilidades y la seriedad de ahora: "Una vez fuimos a jugar a Canarias y no pudimos jugar un partido de Copa del Rey porque no había balones".

El auge que ha experimentado el volei femenino en Arroyo ha sido enorme y gracias a gente como José Fragoso o Paco Alvarez, ahora grandes amigos y estrechos colaboradores de Tate . Precisamente cuando Fragoso pasó al instituto Divino Morales, Adolfo Gómez ocupó su plaza en el colegio público Nuestra Señora de la Luz, patrona de Arroyo y nombre del club al que entrena.