Más de uno me pregunta si tal o cuál sitio merece la pena. Así, entre nosotros, lectores que me leen, el sitio, si se publica, merece la pena; la pena de ir y poder echarle ustedes sus propias cuentas. De algún restaurante he preferido no publicar. Pero nadie olvide que, a la hora de comer, las mayores distancias no las marcan los cocineros, sino los comensales. El que come entiende a su manera lo que come. O si se me permite citar al rocker de Arkansas, Sleepy La Beef, el somnoliento La Beef, no es lo que comes, sino cómo lo masticas. Así en todo lo de este mundo. También en el comer. Lo mismo, si son distintos los ojos que ven y las muelas que rumian, será distinto.

A mi juicio, El Paso del Agua merece una visita. Los inspectores de la Guía Michelín del 2018 también son de esa opinión. El local recupera parte del viejo convento de Santa Lucía. Lo hace con buen gusto; abajo el bar, arriba el comedor. La decoración es femenina, cómodos sillones en rosa, cojines, los manteles más bonitos que he visto en Extremadura, y las nervaduras de la bóveda, omnipresentes y bellísimas. La bóveda, el rumor del agua y la luz que todo lo inunda. Por fuera no aparenta lo que hay por dentro. Tiene el encanto (y el contratiempo) de comer entre las viejas callejas del Badajoz de siempre. De diez, el chaleco del camarero, con sus rayitas blancas y azules; para septiembre, un tiesto descomunal que ocupa medio comedor y mata, con su olivo moribundo, la pasión que el sitio despierta. Con sus luces y sus sombras, para mí, la mejor sala de la ciudad.

¿La carta? De todo un poco, desde un menú por quince euros a un menú degustación (y sorpresa) con vinos por cincuenta. Esto, que en principio no es malo, sin embargo, hace que los perfiles del restaurante se diluyan un tanto a los ojos de la clientela. Una carta simpática y una bodega cortita. En alguna ocasión anterior he comido el menú barato y no salí disgustado. Sin embargo, el menú sorpresa, óbrese en mí según tu palabra, me ha sorprendido. Ninguno de los nueve platos me ha decepcionado. En la web de EL PERIÓDICO (www.elperiodicoextremadura.com) tienen las fotos. Tapita de queso de cabra con romero. Croquetas de no recuerdo exactamente qué. Carpaccio de secreto ibérico con manzana y queso. Sopa de tomate. Pulpo rebozado, algo duro, pero curioso al paladar. Ravioli (uno) de gambas y panceta en salsa de verduras, rico. Revuelto de chipirones y boletus, mejor los chipirones que los boletus. Solomillo de ternera con foie en salsa de uva (yo lo hubiera preferido algo más hecho, pero debieron pensar que yo era un gourmet y ya se sabe que los gourmets se lo comen todo crudo). De postre, un coulant de chocolate con helado de frutos rojos. Bien. Nueve platos y seis vinos. Me gustó el albariño, Agnus Dei, y el tokay de cierre, un vino húngaro, botrítico, Chateau Dereszla. Eché en falta algún crianza. Del resto casi mejor no opino. Al final salió a saludar el cocinero, Alberto Domínguez; me dijo que pasó varios años en las cocinas en Lugaris, con Javier García. Le felicité sinceramente.

Puede que El Paso del Agua no sea el punto de encuentro que es Galaxia, ni tenga la intimidad de Lugaris, o saliendo de Badajoz, puede que no tenga la delicadeza en el plato de Bouquet, pero tiene buena sala, buen aire y recorrido por delante. Tiene mérito mirar hacia arriba cuando el mercado no siempre lo hace. Quizá deba definir algo más su oferta para buscar su propia clientela. ¿Es El Paso del Agua uno de los tres mejores restaurantes de Badajoz como asegura la Guía Michelín? Vayan y opinen.