Tras ocho años de pleito, el Tribunal Supremo de Canadá acaba de dictar una sentencia destinada a conmover el mundo de la agricultura en todo el planeta. En el juicio iniciado por Monsanto, el líder mundial de las semillas transgénicas, contra los agricultores canadienses Percy y Louise Schmeiser, el alto tribunal dictaminó por cinco votos contra cuatro que las patentes sobre las plantas transgénicas son válidas incluso cuando contaminan a otras plantas aunque sea de manera accidental o contra la voluntad de los agricultores. El único consuelo para los Schmeiser fue que el tribunal les eximió de pagar las compensaciones que exigía Monsanto y que en instancias previas dos jueces habían tasado en 20.000 dólares de multas y regalías y más de 150.000 dólares por los gastos del juicio, es decir, un total equivalente a 140.000 euros.

La empresa se apresuró a declarar que la sentencia establece un precedente mundial al proteger sus derechos sobre la patente de plantas transgénicas. Carl Casale, vicepresidente ejecutivo de la compañía, declaró que "el Tribunal Supremo ha establecido un estándar mundial sobre la protección de la propiedad intelectual". Sin embargo, tanto los Schmeiser como las organizaciones medioambientales de diferentes partes del mundo escogieron resaltar la grave inseguridad que produciría el fallo canadiense. "Monsanto tendrá que probar ahora que los agricultores se han beneficiado de la contaminación accidental de sus plantas", declaró Percy Schmeiser en su página web, que en estos ocho años se ha convertido en un extenso archivo documental sobre la cuestión (http://www.percyschmeiser.com).

Otras organizaciones opuestas al uso de plantas modificadas genéticamente dijeron que la contaminación accidental admitida tanto por Monsanto como por el Tribunal Supremo de Canadá supone una confirmación de que no hay forma de contener esas semillas, por lo que nadie sabe en realidad qué riesgos subyacen en su dispersión accidental por cultivos en los que no se usen plantas con patente.

El futuro

Según la legislación del país donde se descubra este tipo de contaminación, la empresa o acude a los tribunales o amenaza directamente a los agricultores, según éstos han denunciado en varias ocasiones, cosa que la transnacional no ha admitido en ningún caso.

Pat Mooney, director del grupo ETC (Erosión, Tecnología y Concentración), considera que Monsanto ha obtenido "una patente inflable. Ahora puede decir que sus patentes se extienden a cualquier cosa en la que se introduzcan sus genes, ya sean plantas, animales o humanos". Lo cual significa, como han señalado diversos colectivos antitransgénicos, que la contaminación se puede convertir en una rentable estrategia para las corporaciones. Varias organizaciones campesinas de la India, posiblemente las más poderosas del planeta, están estudiando la sentencia para decidir una estrategia que proteja sus derechos de productores ancestrales de semillas, nunca patentadas.