Un estudiante de Granada visitaba ayer el Palacio Real y recomendaba a sus acompañantes: "No os llevéis nada, que dormimos en comisaría". La advertencia era innecesaria dado el despliegue de seguridad que protegía el Patio del Príncipe, pero lógica si se tiene en cuenta los actos de rapiña que se han dado en otros escenarios de la boda de Felipe y Letizia.

La mayoría de los visitantes, que habían esperado durante horas, admiraron los tapices de siglos pasados y las vajillas del banquete. Otros, menos interesados en las joyas de Patrimonio Nacional, temblaban de emoción al pisar la misma alfombra que Carolina de Mónaco, Farah Diba y el resto de sus heroínas.

La mesa presidencial, dispuesta para 28 comensales, se ha dejado como estaba el sábado. Se mantuvieron los platos, los centros florales, el dessert de estucos --un adorno horizontal de 13 metros con 14 estatuillas de bronce--, la cubertería de plata y las copas. Sólo se retiraron los platos de los Reyes y los Príncipes de Asturias, lo que permitía comprobar que a la realeza también le gotea la copa de vino y deja manchas difíciles de quitar. Otras copas, más modestas, aguardaban en la planta de arriba, donde está el museo, esperando al lavavajillas.

Colas de un kilómetro

"Esto es lo que se dice comer a cuerpo de rey", comentaban los visitantes. La cola, de casi un kilómetro, indicaba el éxito de la iniciativa.

En dos horas, más de 1.700 personas desfilaron por el patio y, aunque la sala estará abierta hasta el miércoles, responsables de Patrimonio Nacional se plantean ampliar el plazo.