Autodidacta, vitalista y obsesivo cuando se trata de perfilar los frutos de su inspiración y de la observación de lo cotidiano. Así se define Pedro Antonio Fernández, nacido en Cañamero hace 47 años, y que expone 37 de sus obras en el Patio Noble de la Asamblea de Extremadura.

Su pintura hiperrealista --Fernández se declara admirador de Goya, Velázquez, Eduardo Naranjo...--, recoge un muestrario, a veces colorido, a veces en un minucioso y detallista trabajo a carboncillo, del mundo rural extremeño.

Son fragmentos de lo cotidiano, de lo reconocible, en una pintura que, según su autor " se explica a sí misma", y que refleja los paisajes, las gentes y los interiores que le son más conocidos.

El manejo de las luces y las sombras, de los contrastes de color, sorprende más aún por lo que tiene de esfuerzo personal en lo que el artista define como un proceso de maduración de "prueba-error", con un estilo que se va depurando al margen de academias o escuelas, y que el presidente del Parlamento regional Manuel Veiga apunta como "sencillo, trabajado e intimista; reflejo de los rincones extremeños, largo tiempo preparados".

Cada obra es una ventana por la que asomarse a la realidad, que evoca escenas contempladas mil veces, pero a las que Pedro Antonio Fernández da vida de nuevo, pasándolas por el tamiz que "toma lo que me gusta y elimina lo que no está en mi interés".

Para el artista es su decimonovena exposición, en una trayectoria que cuenta ya con más de dos décadas de labor desde su casa de Casar de Cáceres, donde madura para pintar lo que Luis Chamizo reflejó con su pluma.