Lágrimas negras las que se lloran en Cuba. En Cuba. Por Cuba. Cuando salí de Cuba… También se llora por Cuba en las otras orillas del Mar Caribe. Por ejemplo, en Santiago de los Caballeros.

Patricia es una mujer de bandera. La suya. Cuando la conocí hablamos de Cuba. De salir de Cuba y de volver a Cuba. De la otra orilla de España, allá en el Mar Caribe. Patricia se apellida Quesada, que en el mundo del tabaco es mucho apellidarse. Es la quinta generación de una familia de tabaqueros. Y, aunque en el rostro tenga el aire de los suevos, por sus venas corra sangre de dos mundos. La familia salió de Cangas de Onís para Cuba como tantos otros compatriotas. Salió de España para España. ¿Por qué estamos hoy tan lejos de Cuba? La Habana es una de mis emociones más limpias. Pasearla, amarla, beberle los vientos por el Malecón… y, en cada esquina, como por encantamiento, una tramoya gaditana.

Los Quesada mandan en lo del tabaco. Desde Dominicana. Quince millones de cigarros de alta regalía. De lo bueno, lo mejor. Y casi todo para el mercado estadounidense. En esto de los cigarros sigue habiendo un enorme telón de acero. Kennedy no decretó el embargo hasta que alguien puso sobre su mesa más de un millar de Petit Upmann. Supongo que aquellos Upmann ya se los habrán fumado, pero el embargo ahí sigue.

Cinco generaciones de tabaqueros y tres reinas. Patricia, junto a su hermana Raquel y a su prima Esther, son las tres reinas de Quesada. En un mundo de hombres es grato ver despuntar a estas tres mujeres. Reinas jóvenes. Ahora Patricia anda promocionando la marca por España. Al paso de su simpatía los aficionados nos rendimos. También en Extremadura. Oírla hablar de su familia con tanto respeto y tanto cariño nos advierte de que Patricia se merece ese mismo cariño y ese mismo respeto. Se me antoja una mujer lo suficientemente humilde para aprender y lo suficientemente atrevida como para cambiar este mundo.

Patricia nació en la República Dominicana. Allí tienen la mayor parte de su negocio. El pasado jueves, en los Buenos Humos de Badajoz, cerramos campaña con ella. A lo grande. Nos habló de Santiago de los Caballeros y de las bondades dominicanas. Nos habló de Nicaragua y de los cigarros que allí fabrican de la mano de otro gran tabaquero, Néstor Plasencia. Nos habló de Estados Unidos. Y, así, porque la geografía es tozuda, acabamos hablando de Cuba.

Los Quesada, en sus primeros años en Cuba, se dedicaron al pan. Casi por casualidad, el día en que cobraron una deuda en hojas de tabaco, el destino les giró el rumbo. Los Quesada se dedicaron a comprar y vender tabaco. Tenían su almacén detrás del Capitolio habanero, junto a la mítica fábrica de Partagás. Uno de esos lugares que todo turista visita. Hoy aquello está como en 1960. Como el día que una patrulla de soldados se enseñoreó de lo que los Quesada creían suyo. Hasta hoy. Luego vino el exilio. Y las vueltas que da el destino. Manolo Quesada, el padre de Patricia, que tenía cuando la confiscación solo trece años, acabó sirviendo en Vietnam, en la ofensiva del Tet. Las vueltas del destino…

A Patricia se le encienden los ojos cuando habla de su padre. Su abuelo continuó con el negocio tabaquero en la República Dominicana, pero fue su padre, Manolo Quesada, quien en 1974 comenzó a manufacturar puros. En principio bajo la anilla Fonseca, la legendaria marca fundada en 1907 por Francisco Fonseca. Luego vino Casa Magna. Es curioso, pero a su padre no le pareció bien que las tres reinas lanzaran una nueva marca llamada, como ellos, Quesada. Le pareció arrogante. Pero Patricia cuenta que el día de la presentación en Nueva York su padre, rendido, lloró. No era arrogancia, era un sentido homenaje a los suyos.

Los cigarros puros son un mercado de más de veinte mil millones de euros… y otros tantos millones de placeres. Nunca he sido tan feliz como fumando un habano, una pirámide de Montecristo, en la plaza de la catedral de La Habana. A lo sumo, comiendo nécoras en Tazones. ¡Qué dos lugares! De Cuba a España. De España a Cuba. Un mar inmenso y un sol que se pierde en él. Patricia me cuenta que ya ha estado en Asturias. En Cuba no. Tres palabras solas, solitarias y tristes como una boda negra. En Cuba no.

Hablamos. Patricia no sabe que en Santander se come mucha quesada. Lleva un tiempo en España y parece que aún nadie se lo había comentado. El norte está sembrado de casas de indianos. De historias de ida y vuelta. Todo lo hablamos mientras nos fumamos un robusto corto, que los Quesada han querido llamar España. Tabaco de excelente calidad. Capote, capa y tripa. Y, en las volutas del humo, asoman los recuerdos del Mar Caribe. La Gloria Cubana, Romeo y Julieta, Hoyo de Monterrey y, ahora, Quesada. Humildad y atrevimiento.