TNto voy a examinar ahora la lista de nuevos pecados pero, compruebo con pesar que la reflexión que ha llevado a la Iglesia a incrementar el número de acciones merecedoras de castigo no ha servido para realizar el camino inverso, sacar de la relación el uso del preservativo. Es un empecinamiento que en nada beneficia a la humanidad, muy al contrario. Si los millones de católicos que hay en el mundo hubieran seguido fielmente la prédica de que las relaciones sexuales solo son moralmente aceptables si tienen como fin la procreación, el SIDA hubiera avanzado mucho más de lo que tristemente ya lo ha hecho. Solo el preservativo previene de contraer la enfermedad, esta y otras de transmisión sexual. El preservativo o la abstinencia sexual que es lo que, como alternativa, propone la Iglesia. Entiendo que esto es ir contra la naturaleza. Si el Creador hubiera querido que el único fin de la relación sexual entre los humanos fuera reproducirnos, nuestra necesidad sexual estaría, como por ejemplo la del ciervo, regida por la época de celo y oiríamos por las calles en otoño el sonido de nuestra particular berrea, o solo sentiríamos la llamada del sexo en los días en que las mujeres somos fértiles y llevaríamos a los hombres pegados tras los efluvios de nuestras feromonas. Pero no es así, no es lo que ha querido el Creador. No tenemos época específica para procrear y, por tanto, no estamos pensados para abstenernos, salvo opciones personales que respeto profundamente. La conclusión es que usar preservativo no es una acción maligna que deba ser incluida en la categoría de pecado. Es simplemente un instrumento que salva vidas, que previene de enfermedades, y que es bueno para la humanidad. Con pesar compruebo que la Iglesia insiste en su obcecación de castigar la sensatez.